Juan Barrera Barrera
Por primera vez en sus casi noventa años, el PRI no tendrá un candidato a la presidencia de la República surgido de sus filas. El partido en el poder reformó sus estatutos para dar paso a un aspirante externo, seleccionado previamente, para representarlo en las que serán las elecciones más difíciles en la historia de la democracia moderna mexicana.
Por primera vez un Presidente ¿o Luis Videgaray? decide que entre los millones de militantes que dice tener, no hubo ninguno que tuviera el perfil de triunfador, popular, capacitado, honesto, con talento, preparado técnicamente, de reconocida trayectoria en el ámbito político. No, Enrique Peña Nieto no encontró a ese personaje en las filas de su partido.
El Presidente descubrió que ex secretario de Hacienda, José Antonio Meade Kuribreña, sí cubre ese perfil, pero no es militante. La 22 Asamblea Nacional Ordinaria realizada en agosto en la que se eliminaron los candados para posibilitar la participación de candidaturas externas, estaba destinada a la persona del eficiente tecnócrata, especialista en las finanzas.
Meade no tiene la pésima imagen o los negativos que salpican a la clase política priísta. El cinco veces secretario de Estado en dos administraciones, es conocido como una persona honesta, respetable, decente y seria, demasiadas virtudes para un líder tricolor. El ex jefe de la diplomacia mexicana representará al partido más desprestigiado, el 55% de la población lo rechaza como mejor opción para los comicios del 2018. Nunca el PRI y sus gobernantes habían sufrido un desgaste de estas dimensiones por la corrupción, la impunidad, la inseguridad y la ausencia de un Estado de Derecho.
Meade rápidamente transmutó hacia el priísmo
El candidato externo (o casi) fue arropado por la plana mayor del priísmo que le rindió la pleitesía obligada a través de la tradicional disciplina, no hubo voces de rechazo, caras tal vez. De inmediato le dieron una paseadita por los rincones más lúgubres de las organizaciones corporativizadas, encargadas de contener las demandas de los trabajadores que dicen representar: las grandes centrales de trabajadores, de campesinos y clases populares.
Es posible imaginar cómo le hervía la sangre al externo al sentirse priísta en su nueva casa, arropado por las “fuerzas vivas” del partido tricolor. El nuevo hombre fuerte del otrora “partido prácticamente único”. En su primer discurso ante los cetemistas, pidió a los priístas que lo hicieran suyo. Rápidamente se identificó con el PRI y sus causas.
José Antonio Meade nunca ha sido señalado de corrupto, distinción que golpea la cara de los priístas. El ex canciller, sin embargo será el representante de un partido añejo, sinónimo de corrupción, que no ha sido capaz de modernizarse (no es lo mismo saber adaptarse a las circunstancias para la sobrevivencia). Será candidato a la máxima magistratura de un partido totalmente desprestigiado.
El ex titular de la Sedesol tiene muchos retos que superar, literalmente se sacó la rifa del tigre. Ideológicamente es un derechista moderado, desde su paso por la administración panista de Felipe Calderón Hinojosa y ahora será el candidato del sector de la derecha que se ha apoderado del Revolucionario Institucional e intentará prolongar su estancia en el poder de la mano de Luis Videgaray.
El factor Osorio Chong
Hasta ahora sólo la cúpula del priísmo le ha expresado su apoyo. Después de su destape, Meade Kuribreña viene subrayando que su estrategia de triunfo está en saber atraer a los simpatizantes, a los que no tienen colores partidistas, como lo harán todas las fuerzas políticas (en esta elección por primera vez votarán 13 millones de mexicanos). Sí, pero primero deberá convencer a la militancia del tricolor que aún no se entusiasma con su nominación, que ven en el ex jefe de las finanzas públicas como un arribista, oportunista, entonces podría fincar una candidatura competitiva.
Otro punto importante que jugaría en su favor es que las otras fuerzas políticas opositoras se dividan, en el caso del Frente Ciudadano por México y que un importante porcentaje de votos del PAN migren hacia su candidatura; y que Andrés Manuel López Obrador y su Movimiento de Renovación Nacional se desplomen en las preferencias electorales que lo siguen manteniendo como candidato favorito.
Los gobiernos, federal, estatal y municipal, tienen los recursos económicos y humanos disponibles para ponerlos al servicio del candidato externo. Pero también habría que preguntarnos si podrá mantener la fortaleza de independencia en su relación con los tiburones políticos del PRI y con los desplazados, concretamente con Miguel Ángel Osorio Chong.
Ha sido notorio el enojo del secretario de Hacienda por la nominación de Meade, pero “el sistema” está haciendo su tarea para disciplinarlo. El domingo 26, un día antes del destape y cuando Peña Nieto comía con los aspirantes a la nominación, se difundió información negativa que involucra al político hidalguense, él lo ha negado, claro. Si alguien cuenta con información financiera comprometedora, ese es José Antonio Meade.
Este miércoles, en entrevista con El Universal, afirmó que él no tiene cadáveres en el clóset. Osorio recibió únicamente un estate quieto. El sistema suele premiar y ser generoso con su gente, a veces tarda, pero llega. Tal vez el responsable de la política interna no espere demasiado tiempo. La reunión de ayer con el candidato ha dado motivo de toda clase de especulaciones.