Juan Barrera Barrera
Alguna de las cosas que más le encabritaban a Andrés Manuel López Obrador durante su campaña ¿todavía? era la comparación que se hacía de él con el presidente estadounidense Donald Trump por ser calificados ambos de populistas: uno de izquierda y el otro de ultraderecha, las dos caras de la moneda.
Los ataques de los enemigos políticos de AMLO no terminaban en las presuntas similitudes entre ambos personajes, pues en estas siempre ha estado presente el sistema venezolano y la corriente chavista que poca mella hicieron en las aspiraciones del próximo presidente de México.
Por su estrategia electoral de odio, ataques e insultos a los mexicanos y al gobierno de Enrique Peña Nieto, por el asunto de los migrantes a quienes acusó de asesinos, violadores y delincuentes el gobernante de la máxima potencia se ganó las críticas y antipatías de los nacionales y de todas las fuerzas políticas.
La violencia verbal de Donald Trump contra México no ha tenido freno, ha seguido el guión de campaña a la letra. No ha quitado el dedo del renglón de la construcción del muro en la frontera común y que, insiste, México tiene que pagar. Acusa a nuestro país de haber sido el más beneficiado con el TLCAN, que nos robamos sus empleos, etcétera.
La beligerancia del multimillonario neoyorquino contra los mexicanos que se ha ido incrementando en la relación comercial por las presiones arancelarias al acero y al aluminio. No ha dado tregua y según su estado de ánimo es su odio irrefrenable que ni los niños de los migrantes se salvan.
En busca de la nueva relación bilateral
En este contexto de agravios del vecino del norte, el triunfo electoral, avasallador, de López Obrador abre nuevas expectativas en la relación bilateral entre México y Estados Unidos, así lo han expresado tanto el futuro presidente como su virtual secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, la cual estaría sustentada en el respeto mutuo.
Los primeros contactos entre AMLO y Trump luego de las elecciones del primero de julio, han sido de cordialidad, de respeto y de reconocimiento mutuos, desde la llamada del mandatario estadounidense al tabasqueño para felicitarlo por su triunfo, hasta las misivas que se enviaron los dos personajes en semanas pasadas.
En la carta enviada al presidente Trump del día 13 por conducto del secretario de Estado, Mike Pompeo, de visita en sus oficinas, y leída el lunes por Marcelo Ebrard, AMLO le informa su intención de alcanzar una serie de acuerdos en temas de seguridad, migración, de desarrollo y comercial.
Es sano que el virtual presidente de México se mantenga alejado de cualquier manifestación de hostilidad, pero no entendemos por qué tiene que comunicar de planes explícitos de política interna como el hecho de que, dice López Obrador en su misiva, los mexicanos no tengan que migrar por pobreza o violencia, esforzándose en lograr que encuentren trabajo y bienestar en sus lugares de origen. “Habrá muchos cambios, señor presidente Trump”, escribió el político mexicano en su cuestionable misiva.
Carta de halagos o peligrosa atracción
Llama fuertemente la atención un párrafo de la carta en la que Andrés Manuel hace una similitud con Donald Trump: “Me anima el hecho de que ambos sabemos cumplir lo que decimos. Conseguimos poner a nuestros votantes y ciudadanos al centro y desplazar al establishmente o régimen predominante. Todo está dispuesto para iniciar una nueva etapa en la relación de nuestras sociedades, sobre la base de la cooperación y la prosperidad”.
No sugerimos que López Obrador tenga que comportarse belicosamente como su par estadounidense, pero por qué tratar de encontrar similitudes con un presidente que ha demostrado su desprecio por los mexicanos, que montó su campaña electoral sobre un discurso xenofóbico y que humilló al presidente Enrique Peña Nieto y ofendió al primer ministro canadiense, Justin Trudeau, socios comerciales tradicionales de Estados Unidos.
Trump llamó el lunes a López Obrador una “persona estupenda” y abogó por “hacer algo muy positivo” para EU y México. No deja de extrañar que el magnate neoyorquino haya depuesto su política beligerante hacia nuestro país y no haya cuestionado ni presionado al dirigente de Morena ni en su persona y en ninguno de los temas que están en discusión.
El contenido de la carta de López Obrador no deja de ser cuestionable y un grave error. Por menos de eso a Peña Nieto se le censuró duramente por haber recibido a Donald Trump durante su campaña pues se pensaba que de una manera diplomática atajaría la andanada de ataques hacia México y los mexicanos. Todo lo contrario, las intensificó.
Se sabe de la doble cara del huésped de la Casa Blanca, de su amabilidad en encuentros cara a cara, pero ante los medios de comunicación se convierte en el más agresivo y vulgar. Supongo que López Obrador antes de redactar su carta, tomó muy en cuenta el trastorno bipolar del presidente estadounidense, porque este intercambio de halagos y reconocimientos, y búsqueda de similitudes puede resultar en una lamentable atracción prematura y un grave error para el próximo presidente de México.