Juan Barrera Barrera
Este 24 de enero Venezuela se despertó con dos presidentes y dos Asambleas: Nicolás Maduro y Juan Guaidó. Ambos se declaran presidentes legítimos, constitucionales. Uno apoyado por las fuerzas armadas y el otro por el apoyo popular. La crisis política se profundiza y Donald Trump asume un papel protagónico al entrar de lleno al conflicto al reconocer a la oposición.
Los acontecimientos de este miércoles pueden ser el inicio del fin del régimen de Maduro que pretendía ampliar su poder hasta el año 2025, o de plano el inicio de otra etapa más violenta para Venezuela. Estados Unidos, Canadá y varios países latinoamericanos (Brasil, Argentina Colombia, Perú y Ecuador del Grupo de Lima, con excepción de México) además Chile, Paraguay, Costa Rica Panamá, Guatemala y Honduras, reconocieron de inmediato al joven político opositor. Luis Almagro, secretario general de la OEA saludó la determinación.
A unos días de haber asumido su segundo periodo como presidente de Venezuela producto de unas elecciones muy cuestionadas por haber hecho a un lado a la oposición y a la Asamblea Nacional, Nicolás Maduro (que se atrincheró en el Palacio de Miraflores durante casi todo el día acusando golpe de Estado) enfrenta una oleada de protestas internas y en lo externo crece su aislamiento, pero exhibe apoyos de Rusia, China y Turquía.
Guaidó, del Partido Voluntad Popular, se proclamó como presidente encargado de Venezuela durante un mitin multitudinario en Caracas, argumentando la ausencia de poder e invocando el artículo 233 de la Constitución Bolivariana, ya que la Asamblea Nacional, de la cual es líder, había desconocido a Maduro y declarado usurpador.
Maduro empieza a perder apoyo popular, sin embargo mantiene el apoyo de la cúpula de las Fuerzas Armadas que han sido favorecidas económicamente durante el régimen y bien adoctrinadas con la ideología chavista como lo exhibió Vladimir Padrino, jefe de la institución castrense, en su discurso para arropar a Maduro. A pesar de su rechazo, Guaidó informó que el fin de semana entregará la Ley de Amnistía a los militares como un esfuerzo de ganarse la confianza de la “familia militar” que es un factor fundamental para poder gobernar.
Maduro y Trump escalan enfrentamiento
El destituido Maduro reaccionó de manera virulenta y rompió relaciones diplomáticas y políticas con Washington y acusó a Estados Unidos de intervencionista. La potencia del norte está asumiendo un papel más protagonista en el conflicto venezolano y anunció que no retirará a su personal de su embajada, ante la advertencia de Caracas que le dio tres días para tal efecto.
El gobierno de Donald Trump cabildea más apoyos de países occidentales para reconocer a Guaidó como presidente interino y al mismo tiempo lanzó la advertencia de que “No estamos considerando nada, pero todas las opciones están sobre la mesa”, cuando se le preguntó si estaba considerando una intervención militar, pero primero, dijo, utilizará todo el poder económico y diplomático de su país para restaurar la democracia venezolana.
A diferencia de las potencias del hemisferio que siguieron el llamado de Trump, el gobierno de México fue el único que decidió seguir reconociendo al gobierno de Maduro (al igual que Bolivia, Cuba y Nicaragua) como era de esperarse, pues ya había fijado su posición con base en la vieja doctrina Estrada de no intervención en los asuntos internos de las demás naciones.
México y Uruguay en busca de una tercera vía
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador que ha jugado una surte de “no alineado” ha recibido críticas internas muy fuertes que vuelven a acusarlo de mantener ligas con la corriente populista del chavismo. La posición mexicana no es nada cómoda ante esta compleja situación política-diplomática como país intermedio. AMLO ha decidido pagar el precio político por su “tibieza” que ser señalado de entreguista a los designios de Donald Trump.
México y Uruguay optaron por una posición menos estridente y más propositiva, coincidente con la de las Naciones Unidas en el sentido de buscar una salida negociada y política a la crisis venezolana y formularon un llamado a todas las partes involucradas, tanto al interior del país como al exterior para reducir las tensiones y evitar una escalada de violencia que pudiera agravar la situación.
Pero para alcanzar ese fin, ambos gobiernos proponen un nuevo proceso de negociación, incluyente y creíble con pleno respeto al Estado de Derecho y los derechos humanos. Por qué dicen que debe ser incluyente y creíble. En realidad es una crítica a la ausencia de mecanismos institucionales que no han garantizado elecciones equitativas, libres y transparentes en el país sudamericano.
La Unión Europea rechazó reconocer explícitamente al líder opositor Juan Guaidó como presidente interino y no ha sido cuestionada por asumir una posición más mesurada (aunque para muchos Maduro tiene que irse, ha hecho lo posible para ser repudiado, es un personaje impresentable). La Comisión Europea ha llamado a un proceso político que lleve a Venezuela a unas elecciones libres.
El gobierno de AMLO intenta deslindarse de la corriente derechista latinoamericana y al mismo tiempo de los sectores maduristas más recalcitrantes y busca, junto con Uruguay una tercera vía política a la crisis venezolana. La pregunta es si el escenario interno es propicio para sentarse a dialogar y llegar a acuerdos creíbles, ya que diálogos anteriores han sido en vano.
Maduro ha demostrado su falta de voluntad política y para un amplio sector de los venezolanos no es confiable y creen que ya no hay punto de retorno en este nuevo escenario.