Ciudad de México.- Si bien es cierto que el incremento al salario mínimo no se trasladará a la inflación desencadenando aumento de los precios, se debe cuidar el equilibrio para que con el aumento a los costos laborales no se reste competitividad a la industria.
En su análisis semanal, el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP) argumentó: “la política pública debe cuidar que los aumentos salariales sean congruentes con la productividad, como lo recomienda la teoría y la práctica económica general”.
Alertó que “si los salarios se elevan más allá, el resultado es mayor inflación y menor competitividad. Asimismo, debe reconocerse que los incrementos sustanciales de salario mínimo generan naturalmente más incentivos a la informalidad, que, por cierto, provoca retroceso en la productividad de la economía”.
El CEESP reconoció que el reciente aumento al salario mínimo a partir de enero de 2020, que pasará de 102.68 a 123.32 pesos diarios con excepción de la frontera norte donde se aplicó un alza de cinco por ciento y el salario mínimo se elevó de 176.72 a 185.56 pesos “fue una noticia bien recibida por casi todos los sectores, en medio de una política de las autoridades que busca recuperar el poder adquisitivo de los trabajadores”.
El centro de estudios reconoce que el incremento del mínimo es una demanda justa, pero cita al Banco de México, que en su pasado informe trimestral (27 noviembre) reiteró que uno de los principales riesgos inflacionarios serán los “aumentos salariales por encima de las ganancias en productividad y que ello genere presiones de costos”.
Esta advertencia -apuntó- es muy relevante particularmente en lo que se refiere a los salarios de la economía en su conjunto, que van mucho más allá del mínimo.
El CEESP, acepta que la economía aún tiene margen para asimilar aumentos salariales elevados sin impactos apreciables en la inflación o en la competitividad, pero este margen, se reduce con el tiempo.
“El salario es un precio, importante y con más implicaciones que otros, pero finalmente un precio que debe ser congruente con las fuerzas del mercado y que es peligroso administrar centralmente”, advirtió.
Finalmente reconoció que el costo unitario de la mano de obra en México se ha elevado en más de 15 por ciento desde 2014, lo que resta competitividad a la economía.