A un año de Soleiman
Ana Celia Montes Vázquez (*)
Hablar de la República Islámica de Irán es hablar de escenarios fantásticos, con mezquitas colosales por su mayoría religiosa musulmana, de conocimientos útiles para la humanidad, leyendas fabulosas y de mujeres de gran belleza; como que representa esa imagen idealizada de lo que es el mundo árabe cuando, paradójicamente, los iraníes son persas que gustan de las flores y de la poesía.
Ahora bien, hablar de Irán también implica referirse a una serie de conflictos de naturaleza bélicos como el que hace poco más de un año conmocionó al mundo poco antes de que el coronavirus irrumpiera en el escenario: El asesinato en Irak del general iraní Qasem Soleimani, el segundo funcionario más importante de su país; hombre carismático y popular a cuyo funeral asistieron multitudes consternadas.
Fue tan sonado este hecho, que de verdad se temió que fuera el inicio de la tercera guerra mundial cuando de inmediato Irán respondió atacando las bases militares estadounidenses en territorio irakí, lo cual fue tan preciso y espectacular que el mismo presidente Donald Trump reculó en su discurso revanchista y pendenciero, algo muy característico suyo. Ojo, remember que el asesinato de Qasem Soleimani fue orquestado por Estados Unidos, el autodenominado policía del mundo, por la simple y sencilla razón de considerarlo terrorista por apoyar la lucha palestina.
Así pues, de manera unilateral e incurriendo en las tres agravantes (premeditación, alevosía y ventaja), Estados Unidos de Norteamérica planeó y llevó a cabo el asesinato de este personaje por su sola sospecha de terrorismo (eso sí prudentemente ejecutado en un tercer territorio) e, incluso, relacionándolo con los cárteles mexicanos de la droga, lo cual también perfilaba a nuestro país como blanco para una posible incursión yanqui por catalogarlos como terroristas.
En otras palabras, cuando el país norteamericano cataloga a una nación, grupo o persona como terrorista, o por lo menos lo sospecha, eso basta para que intervenga militarmente a cualquier país y en cualquier momento. De igual manera aplica cuando considera que se violan los derechos humanos, avanza el comunismo o de atenta contra la democracia, y, por cierto, ocurre cuando se trata de países con abundantes recursos naturales, como el petróleo.
Por ello, durante una ceremonia para recordar a las víctimas del terrorismo internacional estadunidense el embajador iraní en México, doctor Mohammad Taghi Hosseini, expresó que su país está por la paz mundial, “pero que Irán no tolerará ninguna intervención, y que el envío de misiles cumplió con lo establecido en tratados internacionales”. De igual forma, categóricamente rechazó la afirmación relativa a que el general Soleimani colaborara con narcotraficantes mexicanos, “es imposible, inadmisible y sólo es un pretexto”.
Por su parte, Ahmad Sanadgol, primer secretario de Asuntos Políticos de la Embajada de Irán en México, afirma categóricamente que “Soleimani constituye un héroe nacional iraní y en la zona de Medio Oriente” equiparándolo con el propio Ché Guevara “porque ya se volvió un símbolo de resistencia a nivel mundial”.
Y, por supuesto, después del ataque vino el bloqueo económico, lo cual contribuyó a que el coronavirus se expandiera más en Irán por no haber acceso a medicamentos, entre otras cuestiones aunado a la necesidad de salir a laborar en el día a día, teniendo como consecuencia que en el inicio de la pandemia la nación pérsica se colocara en los primeros tres lugares a nivel mundial por la cantidad de contagios.
En fin, lo cierto es que Irán representa para la visión imperialista norteamericana una piedrita en el zapato, porque Irán tiene armamento nuclear de largo alcance y tecnología de punta listo para usar y también un ánimo de no permitir injerencias en su soberanía ni comercio, como también ya está sucediendo en el Golfo Pérsico, en donde países aliados a Norteamérica –y la propia Norteamérica—le han bloqueado el paso a sus buques petroleros. Todo eso y sin contar que Irán se ha pronunciado en favor de Rusia públicamente.
En conclusión, así como el 2020 inició con una amenaza seria de una conflagración bélica internacional el 2021 no está exento de ello, pues ahora el motivo se centra, una vez más, en recursos naturales iraníes además del petróleo: El uranio.
(*) Licenciada en Periodismo y Comunicación Colectiva