Si me permiten hablar

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Los derechos humanos no tienen frontera

Ana Celia Montes Vázquez

Ésta constituye una afirmación cierta, sin lugar a dudas, y ha sido reiterada a lo largo de los últimos santos días a causa de la muerte de Victoria Salazar, migrante salvadoreña radicada en nuestro país concretamente en Tulum, Quintana Roo. Afirmación está plasmada en varias pancartas y muros en marchas exigiendo justicia para Victoria Salazar por lo que ahora me referiré a la observación de los derechos humanos, pero los policías mexicanos que estaban cumpliendo con su deber al someter a la susodicha, aclarando que de ninguna manera estoy de acuerdo con la brutalidad ni el uso excesivo de la fuerza al aplicar los protocolos en estos casos.

Resulta un hecho objetivo el que esta señora salvadoreña estaba ebria, provocando desorden y escandalizando en la vía pública lo cual representa una falta en cualquier parte del mundo y no considero que eso sea motivo para ensalzarla, ni para que el presidente de El Salvador exija justicia airadamente al gobierno mexicano pasando por alto la libre autodeterminación de los pueblos y el mínimo respeto diplomático, en tanto el primer mandatario de México también exigió que se condenara a los autores. En tanto, los derechos humanos sin fronteras que se están vulnerando son los de los policías que intervinieron; cuatro servidores públicos mexicanos además de los del comandante de la policía de Tulum a quien de inmediato se separó del cargo y eso es vulnerar el derecho humano al trabajo y a una vida digna de los familiares de esos servidores públicos, así que todos mexicanos deberíamos pregonar por su cumplimiento.

La desafortunada muerte de esta persona ha servido excelentemente bien, como líneas arriba se mencionó, para motivar la realización de marchas y manifestaciones bastante violentas en algunos casos a lo largo y ancho de la República Mexicana, muy parecidas a las de hace un año en la Unión Americana a causa del fallecimiento del ciudadano afroamericano George Floyd, quien también fue sometido al parecer porque opuso resistencia por la policía porque había pagado una compra con billete falso.

También se suscitaron marchas y manifestaciones en contra de la xenofobia y de la brutalidad policiaca en año electoral, como lo es este 2021 en México, por cierto; como que todo es una fatal coincidencia. Insisto, no se trata de justificar de que se maltrate ni se mate a nadie, si los servidores públicos están llevando a cabo su función que es la de cuidar el orden por qué entonces el ciudadano infractor pasa a ser una especie de víctima y hasta al grado del heroísmo como en el caso, reitero, de la salvadoreña Victoria Salazar, que no se trata de defenestrarla, pero es una migrante cuya su pareja es un hombre violador ya encarcelado, con hijas grandecitas y una perdida en México, todo, al parecer, producto de un ambiente criminógeno.

Por ello expreso mi indignación al ver la efigie de esta salvadoreña pintando los muros de mi ciudad, de mi país y habría qué ver qué tanto el estado de ebriedad influyó en su deceso.

También me pregunto si estaría sucediendo lo mismo, con ese mismo grado de exigencia e indignación si hubiera sido el caso contrario; es decir, si la detenida hubiera asfixiado a la policía, una mujer mexicana, servidora pública en su propio país, en cumplimiento de su deber y con familia y a lo mejor con una hoja de servicio impecable.

Claro, debe exigirse justicia y esclarecimiento objetivo de los hechos, pero de eso a venerar y traer a territorio mexicano a la madre, hijas y hermano de Victoria Salazar, quienes posan para todas las fotos, y que la misma secretaria de Gobernación se comunicara con esta familia y con dinero de nuestro impuestos se les facilitara todas las condiciones y traslado no me parece justo en ningún sentido. ¿Acaso los servidores públicos que a diario se enfrentan a este tipo de personas son tomados en cuenta siquiera un poco? Hasta ahora nadie ha organizado marchas ni firmado manifiestos estrepitosos en apoyo a los familiares de los 13 policías y agentes del Ministerio Público masacrados por narcotraficantes hace unas semanas en Coatepec Harinas, Estado de México, y está documentado que solicitaron auxilio.

En fin, este tipo de cuestiones ha trastocado nuestra percepción de los valores. Y sí, los derechos humanos trascienden fronteras, sólo que ahora parece que el malo es el héroe que es más listo que quien cumple con su deber.