¿Péguenle al negro?
Ana Celia Montes Vázquez
A unos cuantos días del proceso electoral 2021 (tres, para ser más precisos) y ya en plena veda no queda de otra que referirse a cuestiones diversas, pues hasta después de este expectante 6 de junio será cuando se podrá tratar ampliamente lo ocurrido durante la elección, sus resultados y consecuencias.
Pues bien, en este sentido, si me permiten hablar, ahora me referiré a la libertad de expresión; sí, esa misma consignada en plena Carta Magna, la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos que nos rige, la misma que también afirma que todo ciudadano en pleno uso de sus facultades y derechos puede ser postulado a un puesto de elección popular, además de sufragar con libertad y conciencia; en otras palabras, puede votar y ser votado. Cabe señalar que la ley electoral señala y enfatiza que dicha postulación deber ser por medio de un partido político, sea el color que fuere, aunque en los hechos también hay candidaturas independientes totalmente aceptadas y legítimas.
Todas estas cuestiones quedaron más que claras a lo largo de las recién concluidas campañas de todos los candidatos a los más de 21 mil cargos públicos, entre diputados federales y locales, alcaldes, presidentes municipales y ciertas gubernaturas, también quedando de manifiesto la autonomía e independencia plenas para realizar sus respectivas campañas en medios de comunicación masiva, pues se debe aclarar que en su presupuesto está contemplado este rubro, el de promocionarse en radio, televisión, cine, medios impresos e internet.
Llegado a este punto deseo puntualizar la diferencia entre publicidad y propaganda, términos muchas veces utilizados para lo mismo: La publicidad promueve la compra y venta de bienes y servicios, mientras la propaganda difunde ideas, campañas comunitarias (vacunación, por ejemplo), imagen institucional, identidad, turismo y posturas religiosas y, of course, políticas.
Ahora bien, algo fundamental que comparten estas dos disciplinas es lograr la recordación y fidelidad. ¿Cómo es esto? Sencillamente se trata de dar a conocer la marca de un producto o nombre de un candidato o partido político; repetirlo en los canales de comunicación más consultados o de plano saturar todos.
Y es en aquí en donde yace la cuestión, porque en uso de esa libertad de expresión electoral es que la mayoría de los mensajes propagandísticos de los diversos partidos políticos convergieron en algo: En mencionar a Morena, el partido en el poder presidencial y a lo largo y ancho de nuestro país. Fuera defenestrándolo, poniéndolo como mal ejemplo o como amenaza, como un enemigo a vencer, tachándolo de ineptitud criminal o simple y llanamente como que “salieron más ca… que nosotros” (dixit de los propios priístas en un arrebato de honestidad y autocrítica) el nombre de Morena e imágenes relacionadas con ella y con Andrés Manuel López Obrador, el presidente en funciones de todos los mexicanos, aparecieron y fueron mencionados de tal forma que acaparó más espacio en tiempo-aire, atendiendo lo que se plantea en las encuestas y análisis de contenido.
Aunado a ello, está la publicación a detalle en los medios de comunicación colectiva de todas las tropelías de morenistas en una relación de 10 a 2 en función de candidatos de otros colores, llegando, incluso, a sugerir sospechosistamente la fatal casualidad relativa a que sólo han sido víctimas de la violencia los abanderados de la oposición, y ni qué decir de las bajadas de candidatos morenistas por el Instituto Nacional Electoral (INE) ya iniciada la contienda en algunos casos. Y para concluir este recuento están las portadas de dos medios informativos internacionales (uno gringo y otro teutón), en donde califican al presidente de México como autoritario y mesiánico, lo cual podría ser considerado como un atentado a la libre autodeterminación del pueblo mexicano, por no mencionar cuestiones de calumnia y daño moral por tratarse de línea editorial.
Por todo lo anteriormente enlistado me permito llegar a la conclusión que se trata, sí, de ejercicios de la libertad de expresión sin censura y sin ataques de nadie, ¡excelente! Y también cumple lo dicho en espectáculos: Mientras sea publicidad gratuita, no importante sea buena o mala mientras sigan hablando, lo cual también aplica en la política, por cierto…