Si me permiten hablar

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¿Y entonces…?

Ana Celia Montes Vázquez

Una de las notas que causó revuelo a lo largo de esta semana y que, incluso, desde tiempo atrás ya levantaba ámpula es la consulta popular para enjuiciar a ex presidentes, propuesta por el presidente López Obrador como la consolidación de una promesa de campaña, y llevada a cabo por el Instituto Nacional Electoral (INE). Desde su planteamiento, el tema de este ejercicio fue muy cuestionado, en mucho porque provocó la suspicacia y encono de actores políticos a quienes tal vez afectaría sus intereses y cómodo estatus.

Por eso mismo en la instrumentación legal y logística hubo una serie de inconvenientes y peros objetados por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), concernientes al carácter legítimo de una consulta popular y la redacción de la pregunta hasta llegar al acuerdo de tomarla en cuenta para la respectiva reforma de la ley si el 40% del padrón electoral participaba y se inclinaba por el sí.

Sin duda alguna, en el imaginario colectivo del pueblo mexicano está el deseo latente de ver en el banquillo de los acusados a ex presidentes de la República y a cualquier funcionario corrupto. En otras palabras, siempre ha existido un ánimo por cuestionar a la autoridad, lo cual se refleja en movilizaciones, gritos, melodías, obras teatrales y cinematográficas y ni qué decir de caricaturas y demás muestras de humor en donde se hace escarnio del presidente en turno como el objeto de más encono y resentimiento, sea del partido que fuere, como una clara muestra de desahogo y válvula de escape social necesarios para la gobernabilidad además de constituir una muestra más del célebre ingenio del mexicano caracterizado a nivel mundial por burlarse de todo, incluso de las desgracias y hasta la muerte.

¿¡Entonces qué pasó!? ¿Por qué sólo un poco más del 7% del padrón electoral participó en esta oportunidad histórica? ¿Acaso era más importante hacer fila en el restaurante o ver los honrosos cuartos lugares de los atletas mexicanos en la Olimpiada? ¿O contribuyó la anunciada e implacable tercera ola de contagios de COVID-19? ¿Acaso el que se colocaran las mesas receptoras en sitios alejados y a veces intransitables influyó, y que tampoco hubiera mesas especiales para quienes estuvieran en tránsito? ¿Tendría qué ver el hecho de que el propio presidente no participó por andar de gira? ¿O predominó la idea en ese mismo imaginario colectivo relativa a que nunca se hará justicia y ningún esfuerzo vale la pena?

Por lo menos 500 millones de pesos costó ese evento llevado a cabo el pasado 1 de agosto, siendo un motivo más para cuestionar y defenestrar al presidente López Obrador en un momento álgido en que el país requiere recursos para asuntos más imperantes (atención médica y seguridad, por ejemplo). Sin embargo, con todo y la poca participación ciudadana MORENA ya aclaró que de todas maneras se creará una Comisión de la Verdad para enjuiciar a ex presidentes y demás servidores públicos, hecho que tal vez será mejor visto y recibido por la sociedad.

Por lo pronto la consulta también sirvió a los detractores de la 4T para cuestionar si era necesaria para hacer justicia, tal vez olvidando que entre sus filas caerían muchas cabezas, y hasta el ex presidente Vicente Fox aprovechó para burlarse y afirmar que se vería cuántos pen… tontos habría en México, claro, siendo que él ya está desde antes contabilizado.