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La democracia participativa: razón o polarización

Leopoldo Reyes Equiguas *

Los pueblos que no tienen memoria están condenados a cometer los errores del pasado, frase que cobra fuerza cada determinado tiempo, no se puede juzgar a un personaje de la historia aplicando únicamente valores como la ética, la justicia o la igualdad, ya que sus decisiones dependen de las circunstancias que le rodean en el momento justo en que sus acciones pueden cambiar el curso de la historia.

Lo que en apariencia puede ser benéfico podría no resultarlo tanto. Por ejemplo, quién se imaginó que el discurso de uno de los artífices de la historia reciente, cuyo mensaje transmitía el “ser enemigo del capitalismo por tratarse de un sistema económico que explotaba al más débil por sus salarios injustos”, estaría muy lejos del concepto universal de justicia.

Hablamos de Adolfo Hitler, cuya habilidad discursiva le hizo ganar adeptos por transmitir lo que las masas querían escuchar, pero todos sabemos cómo terminó su arenga.

Hoy estamos claros en cuanto a la historia que le toca vivir a nuestro país, nación que en otras épocas y a pesar de lo complejo que fue construir un sistema político y de gobierno recién terminada la revolución mexicana, pudo acoger a miles de inmigrantes españoles que venían huyendo del franquismo.

Nuevamente la historia se repite, se encuentran a lo largo del territorio nacional diversas caravanas de centroamericanos que pugnan por alcanzar oportunidades no otorgadas en sus respectivos países, pero la diferencia con los inmigrantes españoles, es que los centroamericanos encuentran un país divido, política e ideológicamente confrontado.

A diferencia de la época de Juárez, donde el antagonismo era entre liberales y conservadores, el bando se ha reducido mediáticamente a “pueblo sabio” contra “fifís”, en donde las principales diferencias no son ni siquiera cercanas a las aspiraciones de Miramón o Pino Suárez, ya que lo que predomina es la desinformación, aderezada por la injusticia, la corrupción y el enojo social.

Por ello realizar experimentos sociales como la llamada “democracia participativa”, puede ser peligroso ante la probada debilidad que muchas de la instituciones reflejaron al final del sexenio peñista, pues tenemos un gobierno saliente que estuvo totalmente ausente desde hace meses, y un gobierno entrante que pareciera que entró en vigor desde el 1 de julio pasado.

Consultar al pueblo como ejercicio democrático puede resultar bueno, pero si solamente es para justificar acciones de gobierno pretendiendo mantenerse al margen de la responsabilidad de la decisión tomada, denota que la democracia participativa no está basada en la razón y sólo propicia una mayor polarización y encono social.

Esperemos que estos ejercicios sociales no lleguen a un punto de no retorno y el discurso de la república amorosa y de la constitución moral, no terminen en el lugar histórico que hoy tienen los discursos de Hitler, cuando convocaba a su pueblo a terminar con la desigualdad social que él atribuía al sistema capitalista. Al tiempo…

  • Rector de la Universidad Latina