Vientos de cambio y reflexión ciudadana

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Leopoldo Reyes Equiguas*

Andrés Manuel López Obrador, recibe críticas a veces viperinas y otras veces observaciones bien fundamentadas sobre las personas con las que está integrando su gobierno.
Sin embargo, el cuadro estaría más completo si fueran contempladas las políticas y objetivos en materia petrolera, en particular las refinerías a reconfigurar y construir, así como la importación de gasolinas; en el estratégico de energía, telecomunicaciones y transportes, sector educativo, en materia indígena, amén de las políticas de desarrollo social.
Otro factor relevante es que los triunfos electorales, igual que las derrotas, tuvieron como eje de campaña el descrédito, donde convierten a los otros en enemigos del pueblo y eso demuestra lo que hemos señalado anteriormente: en México ( por no decir a nivel mundial) hay crisis de las ideas, las organizaciones políticas del país no son de derecha o izquierda sólo existe pragmatismo y quieren resolver las necesidades sociales, económicas y políticas con las mismas paradojas, con los mismos instrumentos políticos y los mismos tintes de siempre.
La crisis que ha padecido México los últimos 70 años en materia económica, político, social y cultural no ha tocado fondo. En el aspecto fiscal, salarial, financiero, de acumulación, del desarrollo industrial, agrícola, manufacturero y de servicios, acusa agudas contradicciones y desequilibrios profundos.
No hay crecimiento ni equidad; no hay alquimia política, ni medicina alternativa que resuelva los problemas heredados en años. Por eso los mexicanos buscan un caudillo, tlatoani o mesías que haga un milagro o lo que es la continuidad de un gobierno paternalista.
El modelo, llámese como le gusten llamar, ya sea neoliberal, capitalismo de compadres, de sustitución de importaciones, de desarrollo estabilizador o de desarrollo con justicia, no ha logrado más que perpetuar las variables, sean dependientes o independientes. Y las soluciones son cada vez más lejanas.
El capital físico y humano se desperdicia. El capital monetario y crediticio se concentra cada vez más en pocas manos, y la olla de presión puede estallar, a falta de pivotes de desfogue. Ciento treinta y dos millones de mexicanos no se conforman con ver que sólo el uno por ciento de la población goza en la abundancia. La pirámide está al revés.
En lo social, López Obrador recibe una triste herencia: delincuencia y narcotráfico: desempleo, aumento del número de pobres (62 millones de mexicanos), miseria, indigencia, hambre, enfermedades, la matanza de mujeres, las ejecuciones (Tlatlaya), las desapariciones forzadas, como la de los 43 estudiantes normalistas de la escuela normal de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero; los 130,000 muertos que van hasta el momento en el presente sexenio, entre otras muchas barbaridades.
El escenario final del proceso electoral del pasado primero de julio no descompuso a México. El porcentaje alto de los electores que votaron por el político tabasqueño conjugó la idea de confianza, por encima de la de riesgo financiero inmediato; que se hubiera producido en el supuesto de porcentajes cerrados.
Algo fuera de lo común sucedió, ya que los avatares de claros a oscuros no son tan simples, porque estamos seguros que bajo un pesado panorama los mexicanos, sin distinción de clase social, partido, religión o pragmáticos sociales podemos sacar adelante al país, esa es nuestra responsabilidad, no de un gobierno en turno.

*Rector de la Universidad Latina (Unila)