Entresemana

Las Mañaneras

1806

En memoria de Alejandro Cedillo Cano

Moisés Sánchez Limón

Las conferencias de prensa, hasta antes de la irrupción de Andrés Manuel López Obrador en esta praxis cuando inicia la actividad cotidiana en el país, eran un ejercicio de retroalimentación entre el poder público y los ciudadanos que leen periódicos y escuchan noticiarios en la radio y la televisión, ahora con mayor amplitud y facilidad en las redes sociales, vía los reporteros, periodistas asignados a fuentes de información, una de suyo importante: la Presidencia de la República.

Este ejercicio se perdió cuando las conferencias mañaneras cayeron en el ámbito de la propaganda del presidente, cuyo eje se significa con la machacona crítica contra los gobiernos anteriores pero aún más en dos villanos favoritos: Felipe Calderón Hinojosa y el neoliberalismo. Del primero, la malquerencia se alimenta con esa jauría que endiosa al licenciado López Obrador y despedaza a los contrincantes que considera enemigos.

Pero, le apuesto a que el grueso de los simpatizantes y seguidores del prócer en las redes sociales, no sabe qué diablos es eso del neoliberalismo, sólo que es el responsable de todos los males del país, de que haya pobres y desempleados, divorcios –sí, Andrés Manuel lo culpó—privatización de la educación y etcétera, etcétera.

Mire usted. Cuando jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, siempre con la mirada puesta en el ansiado y soñado cargo en la Presidencia de la República, el activismo del licenciado López Obrador se entendía en ese ánimo de campaña política permanente para fijar agenda política y que durante el día se trataran los temas por él planteados para posicionarlos.

Se entendía ese activismo y, aun cuando discutibles sus posturas y propuestas, no había mayor complicación para la vida nacional y sus instituciones, aunque se asomaba el talante impositivo de Andrés Manuel, por ejemplo el gasto ejercido en los segundos pisos, que se blindó como asunto de seguridad, es decir, en la opacidad absoluta que formaba parte del voluntarismo característico del entonces jefe de Gobierno.

Pero resulta que el licenciado López Obrador finalmente –la tercera fue la vencida—ganó la elección federal del 1 de julio de 2018 y el lunes 2 prácticamente tomó por asalto al poder público nacional, porque Enrique Peña Nieto y todo su equipo se hizo a un lado y dejó que Andrés Manuel, con más de cien millones de pesos para la transición, hiciera y deshiciera, pero sobre todo amenazara con cambiarle al país, al sistema que había gobernado desde la época de los generales en el poder, hasta el modo de andar.

Y la mejor forma de gobernar fue mediante las conferencias de prensa que tanto éxito tuvieron en su época en el viejo edificio del Ayuntamiento de la Noble y Leal Ciudad de México.

Escuché al colega Mario Campos en la entrevista que concedió a Ana Francisca Vega, en su espacio radiofónico En Directo, de MVS 102.5 FM, respecto del carácter de las conferencias de prensa y cómo, en el caso de López Obrador, se confunden con un método de transparencia.

Sin duda, las conferencias de prensa como un medio para posicionar un tema, atender prioridades sociales y políticas, linda en el concepto propagandístico y cada quien, en los medios de comunicación toma o deja lo que considera informativo y aquello que borda en la promoción personal de un activista político como es el caso de López Obrador.

Un colega se queja del tiempo que se toma el señorpresidente en contestar una pregunta, porque lejos de responder puntualmente diserta como si se tratara de un análisis académico que, al final, se torna en una recomendación velada e incluso de amenaza abierta cuando no de insulto al sentido común, siempre con la muletilla del “con todo respeto”.

Y de ahí en adelante, con muletillas y risa sarcástica, el licenciado establece la postura, indica la dirección en que deben caminar los integrantes de su gabinete, a quienes en un mal entendido ejercicio democrático sienta en sillas como párvulos que asienten a cada referencia que les atañe en el discurso presidencial.

Así, cuando alguien le ha preguntado –los de la primera fila identificados como sembradores de preguntas para el lucimiento del señorpresidente o para que éste envíe el mensaje al destinatario ausente (te lo digo Juana para que entienda Chana)— por el tema del momento, atiende con amplitud y envía la advertencia, con todo respeto.

Por ejemplo, cuando ayer le requirieron opinar respecto del rechazo de la oposición legislativa y de organizaciones sociales a la iniciativa de reforma a la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, en la que se contempla adicionar un Artículo 21 Ter para que  cuando durante el ejercicio fiscal se presentan emergencias económicas la “Secretaría de Hacienda podrá reorientar recursos asignados en el Presupuesto de Egresos para destinarlos a mantener la ejecución de los proyectos y acciones prioritarios de la Administración Pública Federal”, respondió con la descalificación, antes que con la convocatoria al diálogo y la concertación, como le han llamado políticos como la senadora Beatriz Paredes Rangel.

Inmediatamente le dio el carácter electoral a esa postura de la oposición y sostuvo que el conservadurismo está en contra de que se modifique el presupuesto ante la nueva realidad económica que está dejando el COVID-19.

“Ya se van acercando las elecciones y ya todo lo quieren convertir en política, ya todo es electoral, entonces el propósito es ese básicamente, los diputados van a decidir”, dijo López Obrador pero, cauto, evitó descalificar a Porfirio Muñoz Ledo, quien ha criticado a esa reforma que se presume discutir la semana próxima en periodo extraordinario en la Cámara de Diputados.

Sin duda, la mañanera es el mejor vehículo propagandístico del licenciadopresidente, pero igual el método de gobierno. Desde ahí dicta línea y descalifica, estigmatiza, dispone y descompone, hace berrinche y evidencia que es un sabelotodo que se niega a la crítica aunque incurra en severos errores.

En efecto, las conferencias de prensa perdieron su objetivo en el caso del señorpresidente, los reporteros no pueden replicar so riesgo de ser descalificados o acusados de servir a los conservadores, de ser parte de esa prensa golpista, y con esa postura polariza y resta credibilidad a un contrapeso fundamental para la democracia.

–¿Qué le pregunto, señorpresidente?

–Pregúnteme lo que quiera, soy respetuoso de la libertad de expresión y de prensa, aunque sea usted fifí empleado de los conservadores y golpistas…

Conste.

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