La metamorfosis de Doña Justicia
Mario Sandoval Chávez
Una mañana cualquiera, Doña Justicia despertó convertida en algo irreconocible. Tenía cuerpo de archivo, ojos vendados de papel, y su balanza estaba rota. Su voz ya no dictaba sentencias, solo turnos. Su andar era lento, burocrático. Nadie la reconocía. Nadie la atendía. Nadie la quería cargar.
Con una versión libre de la angustiosa novela de Franz Kafka de 1915, este retrato en fabula de Doña Justicia es el de un país donde el derecho se ha descompuesto, no por accidente, sino por abandono. Ya no protege al inocente. Ya no persigue al culpable. Se esconde entre expedientes, oficios y sistemas que no funcionan.
Mientras tanto, en los juzgados, los expedientes duermen. Las audiencias se posponen por errores técnicos, falta de notificaciones y emplazamientos largos y costosos si son por edictos. Los jueces resuelven con miedo, o en otras ocasiones con soberbia, arrogancia e inalcanzables. Los secretarios influyen y redactan con rigidez y superioridad. Y el ciudadano común, como Goyo Salas en la metamorfosis de Doña Justicia, despierta en un mundo donde su dignidad ha mutado en irrelevancia.
Pero la metamorfosis más cruel no está solo en los tribunales locales o federales. Está en los pueblos. En las comunidades marginadas e indígenas donde la justicia nunca llegó. Donde el despojo de inmuebles o la injusticia por intimidación o violencia sigue como hace 200 años. Donde hoy el narco impone derecho de piso, y la fiscalía nunca aparece o si lo hace, es con trabajo deficiente en la integración de carpetas de investigación o sospechas de corrupción, porque este sistema cuestionado solo funciona si de arriba abajo su estructura permea con metálico. Donde mujeres, niños y abuelos y en general todo aquel que por ignorancia o falta de recursos económicos son víctimas que nadie investiga.
En diversas regiones, como en muchas ciudades, la ley ya no es ley. Es adorno, puras frases valentonas para la nota y el imaginario colectivo, si las frases fueran efectivas y con hechos medibles seriamos potencia mundial dirían los sabios. El Estado está ausente. Y la impunidad es rutina. Las cifras lo dicen: según el INEGI, más del 93% de los delitos no se denuncian o no se investigan. El Índice Global de Impunidad 2023, publicado por la Universidad de las Américas Puebla, ubica a México entre los países con mayor impunidad estructural en el mundo. En promedio, menos del 1% de los delitos denunciados se sancionan con una sentencia condenatoria.
Cada año se presentan más de 250,000 juicios de amparo, según el informe del CJF. La mayoría se concentran en combatir actos administrativos, retrasos procesales o violaciones al debido proceso. A ello se suman más de 2 millones de asuntos civiles, mercantiles y familiares abiertos anualmente, muchos de ellos sin conclusión durante años. En materia penal, sólo una fracción de los delitos denunciados llega a audiencia de juicio oral. Ese rezago y su solución no fue considerado en la Reforma Judicial, se le dio más enfoque a la forma que al fondo de la problemática.
Y hay una herida profunda: el rezago en la justicia civil, mercantil y fiscal. Miles de personas enfrentan despojos de propiedades que buscan ser restituidas, evasiones de deudas que quedan impunes por años, y litigios fiscales donde el SAT cobra con fuerza, pero el contribuyente no tiene defensa efectiva. El sistema permite que muchos vivan del incumplimiento, y que el ciudadano cumplido pague el precio. Hoy los datos reportan que el SAT ha recaudado más del 70% en términos reales con respecto al año anterior, su enfoque ya non solo son grandes contribuyentes, sino todos los cautivos. Este dato es contrastante con una economía que no crece anualmente ni al 1%, en que se aplica ese crecimiento en la recaudación fiscal en temas de educación, salud e infraestructura carretera, o son recursos para programas sociales, rescate de Pemex. CFE y obras emblemáticas que aun demandan recursos importantes. ¿ Sino hay crecimiento económico como se cubre la deuda y se fomenta el desarrollo productivo?
El sector financiero lo resiente también en su conjunto, no están exentas las grandes marcas financieras. Las demoras judiciales elevan el riesgo, retrasan la ejecución de contratos y desalientan el crédito productivo. Litigantes sin escrúpulos abusan del sistema con recursos maliciosos. Y cuando el juez se esconde tras formalismos, los daños se multiplican. Por ello los costos en el crédito no bajan, ya sea para hipotecas, pymes y menos en crédito al consumo. Son ciclos integrados y sino están adecuados en certidumbre, generas sobre costos y oferta condicionada.
Y ahora se propone que la justicia sea elegida por mayoría popular. Como si el derecho fuera un concurso de popularidad y no un arte de la razón. Se finge o simula democracia, pero se entrega la ley a la cargada. Se valoran títulos y oratoria, pero no la práctica ni los resultados. El pueblo cree que elige, pero en realidad es dirigido, se ve la participación de la burocracia obligada, del sindicalismo corporativo y de otros grupos populares de interés coordinados por líderes afines. Sin embargo, aún con ello, se estima que no participaran más de 20 millones de personas, es decir un 80% de abstencionismo, para el oficialismo y los entusiastas participantes, ya es un éxito según sus versiones públicas.
Detrás de esa reforma hay algo más que ignorancia: hay resentimiento. Un todo poderoso, desde la cima del poder, ha promovido la reforma judicial no como solución a los problemas reales del sistema, sino como revancha personal. No hay evaluación técnica ni diagnóstico integral. Hay un circo popular disfrazado de acción democrática, cuando en realidad el objetivo es claro: ideologizar la justicia y capturarla políticamente. Doña Justicia, en su nueva forma, ya no camina. Rueda sobre expedientes. Tose tinta. Habla en siglas. Y a veces, llora.
Pero no todo está perdido. Aún hay litigantes que creen. Jueces que resisten. Ciudadanos que documentan. Comunidades que se organizan, socios comerciales y un sector empresarial no político sino de libre pensamiento que buscan una mejora en el estado de derecho. Porque, aunque la metamorfosis fue impuesta, la reversión es posible.
Para lograrlo, no basta cambiar a Doña Justicia de forma. Hay que devolverle su alma. Su propósito. Su voz. Y que vuelva a caminar entre nosotros, no como insecto. Sino como garante del estado de derecho y la autonomía del poder judicial de otros poderes.
X: @MarioSanFisan
CEO FISAN SOFOM ENR
Banquero a nivel Directivo con más de 30 años de experiencia de negocios.
Ex Presidente Nacional AMFE
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