La esperanza frente a la realidad; el estancamiento estabilizador

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Uno de los principales desafíos continúa siendo el escaso crecimiento, pues la economía no ha logrado consolidar un avance sustancial ni aun con las reformas aprobadas durante la presente administración

David Chávez

Los problemas que enfrenta actualmente el país y que invariablemente se vuelven temas y planteamientos de los candidatos a la Presidencia de la República, en realidad deberían ser temas que cada uno de los contendientes electorales estarían obligados a incluir en sus programas y proyectos de largo plazo.
Entre los grandes retos a enfrentar y resolver dentro de la agenda nacional destacan la inseguridad, reducir los niveles de pobreza, inequidad y mercado laboral precario, inflación por encima del objetivo, devaluación del peso, crecimiento de las tasas de interés, la renegociación del TLCAN, los efectos de la Reforma Fiscal de Estados Unidos, las finanzas públicas con costo financiero creciente y recorte en la inversión pública.
En este contexto, uno de los principales desafíos continúa siendo el escaso crecimiento económico. La economía mexicana no ha logrado consolidar un avance sustancial durante las últimas décadas, con problemas estructurales que no han sido rebasados por las reformas aprobadas durante la presente administración.
Para este año dichos cambios debieron significar un crecimiento económico del 5.2% para 2017 y 5.3% para 2018, de acuerdo a las estimaciones oficiales, sin embargo para 2017 en el acumulado hasta noviembre es del 1.9%, quedando por debajo de la mitad de las expectativas.

Esperanza vs realidad

En 2018 México se debatirá entre la esperanza y la realidad. Las promesas del ciclo electoral abonarán a la primera perspectiva, los resultados a la segunda, aunque se estima que durante 2018 el país no llegará al paraíso prometido de crecer 5%. A pesar de las reformas estructurales aprobadas desde el cierre del 2012, el crecimiento del PIB nacional sigue anclado alrededor de un 2%.
El “estancamiento estabilizador” no cedió su lugar al progreso ofertado en el anterior ciclo político. De igual forma, el “bienestar para la familia” y “el crecimiento del 7%” que se anunciaron desde 1994 se mantienen en un horizonte lejano, más próximo a los países del este asiático que a México, una nación que llegó a ubicarse entre las primeras del orbe al inicio de la década de los años ochenta del siglo pasado.
Se debe reconocer que a diferencia del “Presidente del Empleo” que llevó la administración pública entre el 2006 y el 2012, en esta ocasión se avanzó en la formalización del mercado laboral y en la reducción de la tasa de desocupación.
No obstante, se debe establecer que ello se logró en función de la creación de ocupación y empleo, en donde las personas con más educación tienen menos oportunidades para encontrar un lugar en el mercado laboral, básicamente porque la economía no genera suficiente valor agregado y por ello no requiere de capital humano especializado.
Sin crecimiento, pese a reformas
El contexto descrito es distinto al que esperaban las autoridades para el cierre de la administración. Si se recuerda, en los albores del actual sexenio la prospectiva descrita en el Plan Nacional de Desarrollo y el Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo era que, con las reformas estructurales, México crecería en más del 5% en 2017 y 2018.
Su razonamiento era que los cambios macroeconómicos tendrían la facultad de elevar las capacidades productivas de la microeconomía, es decir de las empresas y los trabajadores.
Los cambios se realizaron, pero el crecimiento no llegó, aun la reforma energética no se ha convertido en el propulsor de una mayor producción de petróleo y gas, así como de otros energéticos y sus derivados más baratos. Por el contrario, la importación de estos últimos presionará a la economía en 2018.
El objetivo inflacionario no fue alcanzado y a ello contribuyó tanto el desequilibrio generado por la liberalización del precio de las gasolinas, como la depreciación del peso frente al dólar.
La autoridad monetaria reconoce que para el 2018 la presión de ambas variables continuará, y probablemente se exacerbará más, tanto por el ciclo político como por la renegociación del TLCAN.

Flotadores externos

La pérdida de valor de nuestra moneda frente al dólar constituye una mala noticia para un país que tiene un déficit estructural de cuenta corriente que no es financiado con bases productivas: ascendería a casi 50,000 millones de dólares anuales si no fuera por el arribo de las remesas que envían los migrantes mexicanos que laboran en el extranjero.
Esto significa que las necesidades de financiamiento del país son cubiertas, parcialmente, por quienes no encontraron una oportunidad laboral y decidieron ir a Estados Unidos.
La crisis laboral de las últimas décadas es uno de los flotadores externos de la economía nacional, tan grande como la inversión extranjera directa. Por ello Banxico indicó que México no verá una inflación de 3% hasta el 2019, lo cual, además, ocurrirá en un entorno de menor crecimiento.
Ante la negativa para hacer cambios fiscales y enfrentar el reto planteado por Estados Unidos, habrá que esperar el posicionamiento de quienes aspiran a la Presidencia de la República. Si no incorporan a sus plataformas cambios de fondo en materia de crecimiento económico, difícilmente se podrá salir del “estancamiento estabilizador” que convive con 53 millones de personas en pobreza.