Entresemana

Demagogia en campaña

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Moisés Sánchez Limón

La ambición por el poder cabalga en las campañas hundida en la orfandad del sentido común. Aspirar, ambicionar cargos de elección popular requiere de ese factor, so riesgo de ofender al de los ciudadanos, de los electores potenciales que no han definido su voto, por más que las encuestas refieran un compromiso del sufragio de antemano.

Porque, sin duda alguna, la verdadera encuesta será la del domingo 1 de julio, porque las que hoy se publican sólo son indicativas de filias y fobias al calor de la contienda y azuzadas desde las redes sociales que se han convertido en espacios de doble filo en las que abundan los engañabobos y esas falsas noticias que desorientan, descalifican y pueden destruir honras.

El caso es que, esas redes operan con declaraciones montadas en la demagogia; como refería, encaminadas en el ánimo de ofender el sentido común. Son declaraciones de quienes venden espejitos y ofrecen el maná del cielo, siempre con el ánimo de ganar la simpatía ciudadana que se derive en el sufragio favorable el domingo de la jornada comicial.

¿Usted cree que no habrá ninguna complicación legal, financiera, geográfica, climatológica y hasta de movilidad si las obras del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México son detenidas y se trasladan las tareas al aeropuerto militar de Santa Lucía, en el Estado de México?

Es una barbaridad, un exceso verbal, la demagogia absoluta porque, el simple sentido común concluye que proceder con esa oferta implicaría demandas legales de las empresas constructoras, echar a la basura una millonaria inversión, por decir lo menos.

¿Quién recomendó al candidato presidencial de Morena ofrecer esa promesa de campaña? Quien haya sido, lo peor es que fuese una propuesta personal del candidato, demuestra una enorme capacidad de demagogia para ofrecer espejitos, soluciones improcedentes de evidente demagogia.

El problema es que hay quienes creen que es procedente y factible cancelar la obra del NAICM. Como igual hay quienes consideran que echar abajo a la Reforma Educativa es como cambiar la ruta de un autobús aunque provoque un caos vial solucionable con agentes de tránsito.

Y qué decir de la Reforma en Telecomunicaciones o la Energética, con ese ánimo patriotero que durante décadas nos mantuvo en el atraso y con elevadas y caras tarifas telefónicas, por citar una de esas condiciones del México del siglo pasado.

Por supuesto, en todas las reformas estructurales impulsadas y aprobadas en la administración de Enrique Peña Nieto, hay bemoles, factores que deben ser revisados en el Legislativo, pero siempre con la idea de atender a la necesidad del país, no a los imperativos partidistas, trátese del color y siglas que se trate, porque precisamente ello ha impedido caminar con mayor prisa en asuntos de suyo fundamentales para una país moderno, como es el caso de la anticorrupción.

¿Por qué se tardaron los diputados federales más de tres meses en designar al Auditor Superior de la Federación? ¿Por qué no hay Fiscal General de la República y Fiscal Anticorrupción? Los temores no son privativos de un partido ni siquiera de una corriente política, por más que la oposición acuse al PRI de pretender fiscales a modos, como acuñaron aquello del “fiscal carnal”.

No, es un asunto competencia e incumbencia de todos los actores políticos, porque finalmente quien gane la Presidencia de la República y los principales cargos de elección popular tendrá que sujetarse a los ordenamientos legales.

Pero, vaya, en estos días en los que esta oposición que descalifica y desborda ofertas, vísperas de arrancar formalmente las campañas electorales, se atreve a ofrecer maravillas y justicia sin decir cómo, pero vende el discurso en la imaginaria consideración de que los mexicanos carecen de memoria o consumen todo lo es abierta demagogia.

Tal es el caso del aún jefe de Gobierno de la capital del país, Miguel Ángel Mancera, para quien el crimen organizado es asunto de otras latitudes mas no de la Ciudad de México.

Y, bueno, Mancera presentó el informe de avances a seis meses del sismo del 19 de septiembre. Y, en un mensaje subrayadamente demagógico, chabacanamente puntualizó: “La reconstrucción de la Ciudad de México por su población permanente y flotante equivale a la reestructuración de un país completo, de cualquiera de los que quisiéramos comparar”.

Sostuvo que su gobierno ha sentado las bases para las tareas de reconstrucción tras el sismo del 19 de septiembre pasado, y en esa labor trabajará sin descanso junto con la sociedad. Acotó:

“Es un reto mayor el que estamos enfrentando, pero lo vamos a llevar a cabo con éxito porque hoy están sentadas las bases necesarias, los lineamientos específicos para llevar a cabo exitosamente la reestructuración de la capital de la República, de la Ciudad de México. No vamos a dejar ni un minuto de trabajar, no vamos a permitir que le suceda a la Ciudad de México lo que le sucedió en 1985”.

¿Le creemos? Reconstruir un país como Haití, devastado por un terremoto, requiere de miles de millones de dólares, no de los nueve o si usted quiere cuarenta mil millones de pesos que se tienen presupuestados para reconstruir lo que el sismo del 19 de septiembre destruyó.

Son ganas de vender la idea de que se debe votar por la continuidad de un gobierno sustentado en tribus que devinieron en cacicazgos perredistas y morenos, según sea el caso. Pura demagogia y ganas de burlarse del sentido común del elector. ¿Cree usted en las encuestas? Yo tampoco. Digo.

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