Política Global

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  • Donald Trump imparable…¿por siempre?
  • El Senado lo absuelve de las dos acusaciones
  • Los demócratas a la baja

Juan Barrera Barrera

El presidente Donald Trump ha tenido sus mejores días desde que asumió la presidencia de la potencia del Norte. Esta semana, en un Congreso fracturado, la mayoría republicana en el Senado se impuso para absolverlo de los dos cargos que enfrentaba: abuso de poder y obstrucción al Congreso en el juicio político en su contra en el escándalo por presiones a Ucrania que lo favorecerían políticamente.

Sobre el cargo de abuso de poder 52 senadores lo hallaron “no culpable”, contra 48 que si lo encontraron “culpable”. Se requerían las dos terceras partes del Senado (67 senadores de 100) para separarlo del cargo. Solo un republicano, Mitt Romney, votó con los demócratas y es el primero en la historia en apoyar la destitución de un Presidente de su mismo partido en un juicio político, el tercero de la historia de los Estados Unidos.

Sobre la acusación de la obstrucción al Congreso, 53 senadores republicanos declararon a Trump “no culpable”, frente a 47 demócratas que lo encontraron culpable. Fue un voto eminentemente partidista, lo que refleja la imagen de un país totalmente dividido y la situación totalmente sumisa del Partido Republicano a los dictados de un omnipotente Presidente.

De nueva cuenta la política se impuso a la legalidad. El diplomático Enrique Berruga Fillol recordaba (en entrevista radiofónica con La Octava, 06-02-2020) que los delitos por los que se procedió a enjuiciar a Trump eran mucho más graves que los que enfrentaron sus antecesores Richard Nixon y William Clinton.

Triunfó la política sobre la legalidad

En el lenguaje del deporte de las patadas podríamos decir que el magnate neoyorquino se impuso 3 goles a 0 al Partido Demócrata. El viernes pasado los senadores republicanos obstaculizaron que se llamara a declarar a nuevos testigos, especialmente se esperaba la presencia del ex consejero de seguridad nacional, John Bolton, quien detalla, en un libro de próxima aparición, cómo Trump condicionó el paquete de ayuda militar, debidamente aprobado por el Congreso, a cambio de que el gobierno de Ucrania anunciara una investigación sobre sus contrincantes políticos que lo favorecieran en su intento por reelegirse.

Luego los senadores, convertidos en jurado, el miércoles lo eximieron de los dos cargos. Un día antes, el martes, en su discurso hostil sobre el Estado de la Unión (Nancy Pelosi, a quien el majadero de Trump dejo con la mano estirada, justificó por qué rompió la copia del discurso frente a las cámaras), se alzó como sucede en estos casos, como “el mejor presidente” de todos los tiempos de Estados Unidos, o dicho de otro modo, como el máximo mandatario narcisista que haya tenido el país del norte.

Pero Donald Trump como sus correligionarios legisladores saben que es culpable y haberlo encubierto los hace igualmente culpables ante la historia y ante el pueblo estadounidense, pero con la salvedad de que la mayoría en el Senado es la que hace la diferencia, no los argumentos ni las pruebas. Ahora Trump, que se exhibe como víctima, y su equipo festejan en grande y ya se sienten ganadores de las elecciones del 3 de noviembre.

Pero aún falta mucho camino por recorrer de aquí a las elecciones de noviembre porque la crispación político-social sigue vigente, ya que por lo menos la mitad de la población cree que Trump es culpable de los delitos que se le formularon y que ha torcido la ley continuamente para ser favorecido en sus aspiraciones políticas.

El Partido Demócrata mal y de malas

Del lado del Partido Demócrata las cosas no andan bien, no ha estado a la altura de los acontecimientos y se ha puesto de alfombra para los republicanos. En las primeras primarias de Iowa evidenciaron sus limitaciones organizativas, hecho que le dio parque al rifle de Trump para atacarlos y exhibir a los demócratas como ineptos que si “no saben contar un puño de votos, cómo iban a poder dirigir una nación”.

En el inicio formal de la contienda electoral, el caucus de Iowa, el lunes, un pequeño estado del oeste, les falló el sistema a los demócratas y los votos de los precandidatos han ido saliendo a cuentagotas y según el conteo de marras el veterano senador socialista Bernie Sanders encabeza las preferencias, seguido del joven alcalde Pete Buttigieg, la sorpresa política de las primarias demócratas.

Otra sorpresa es la caída del favorito que venía encabezando las encuestas, el ex vicepresidente Joe Biden, que al parecer cayó hasta el cuarto sitio. Y la senadora Elizbeth Warren, tercer lugar, más centrada ofreció ayudar en lo posible para “preservar la integridad del sistema”.

En fin, una veintena de aspirantes a la candidatura demócrata son demasiados y no se ve un líder carismático, entrón, inteligente que pudiera conjuntar las voluntades de su partido y del electorado tanto del centro como de los extremos en una sociedad polarizada.

Y mientras los demócratas esperan la siguiente parada electoral en el estado de New Hampshire, Donald Trump avanza sin contendientes internos ni externos. Pero como decimos los mexicanos “a vences del plato a la boca se cae la sopa”.