Política Global

750
  • Acuerdo trilateral EU-GB-Australia genera incendio geopolítico
  • AUKUS y Quad para contrarrestar poderío global creciente de China
  • La digital, la nueva guerra que se avecina entre EU-China

Juan Barrera Barrera

Los países europeos por segunda ocasión le reprochan al presidente Joe Biden la actitud unilateral de Estados Unidos en asuntos de seguridad. Primero por su salida apresurada y caótica de sus tropas de Afganistán y ahora París le ha reclamado el acuerdo de defensa con Australia (AUKUS) que rompe un contrato muy lucrativo con el gobierno de Emmanuel Macron.

A mediados de mes los gobiernos de Washington y Camberra suscribieron una alianza estratégica a espaldas de París que implicó la ruptura del contrato de Australia con la empresa francesa Grupo Naval que construiría 12 submarinos de propulsión diésel con un costo estimado en unos 60 mil millones de dólares y ahora serán remplazados por ocho submarinos nucleares estadounidenses.

La crisis de los submarinos suscitó un conflicto diplomático que llevó al presidente francés Emmnuel Macron, en un hecho inédito, a llamar a consultas a sus embajadores en esos países, porque “constituyen comportamientos inaceptables entre aliados y asociados, cuyas consecuencias afectan a la idea misma que nosotros tenemos de nuestras alianzas, nuestras asociaciones y de la importancia del Indo-Pacífico para Europa”, habría dicho el canciller francés Jean-Yves Le Drian.

Estados Unidos lesiona su credibilidad y confianza europea

A pesar de que Joe Biden llamó por teléfono a Macron el miércoles para zanjar el conflicto diplomático, el agravio no se va a superar en el corto plazo, porque no solo se le hizo a Francia, sino que alcanza a los aliados europeos que tienen en la dupla Alemania-Francia a sus líderes.

Más aún, después del retiro político de Ángela Meckel, después de los comicios del 26 de este mes, Macron se convertiría hipotéticamente en el hombre fuerte para liderar el proyecto europeo.

El problema es de confianza que no se recuperará con llamadas telefónicas y promesas de llevar consultas abiertas en lo sucesivo. Biden está cometiendo los mismos errores que su antecesor Donald Trump que anteponía los intereses estadounidenses de la doctrina de “América primero”.

“La puñalada por la espalda” a Francia ha calado entre los franceses, y europeos, que exigen a su presidente la salida de su país de la OTAN, pero Macron ha rechazado las presiones. El mandatario francés ha propuesto, hace tiempo, la creación de un organismo de defensa exclusivamente europeo que la Unión Europea ha visto con buenos ojos, pues los aliados del viejo continente tienen una gran dependencia de EU en seguridad.

Estados Unidos “reconoce la importancia de una defensa europea más fuerte y competente, que contribuya positivamente a la seguridad trasatlántica y global y que sea complementaria a la OTAN”, dice el comunicado conjunto que emitieron ambos gobiernos después de la plática telefónica de los mandatarios.

La crisis de los submarinos ha debilitado la confianza entre Francia y Estados Unidos, en momentos en que Biden debería restablecer las buenas relaciones con sus aliados europeos a través de acciones multilaterales que quedaron fracturadas durante la administración Trump, pero parece que prefiere la estrategia de control de daños, a costas de su credibilidad.

La tensión diplomático se despresurizó un poco el miércoles con el encuentro telefónico en el que el presidente Biden seguramente le habría explicado a su homólogo con lujo de detalle el pacto de seguridad con Australia que incluye a la Gran Bretaña (París calificó al gobierno de Londres de oportunista), que se le conoce como AUKUS, del que Francia fue marginado, a pesar de que tiene posesiones territoriales en la zona del Indo-Pacífico.

En el comunicado conjunto que ha trascendido, Macron y Biden acordaron iniciar consultas “en profundidad” para reconstruir la confianza y reunirse en Europa a finales de octubre. Biden, en un intento por compensar su falta de sensibilidad diplomática por no haber hecho consultas abiertas entre aliados sobre asuntos de interés estratégico para Francia y socios europeos, se comprometió a impulsar el apoyo a las misiones antiterroristas lideradas por naciones europeas en la región africana del Shael. Francia, por su parte, enviará a su embajador a Washington la próxima semana.

Biden lidera bloques geoestratégicos antichinos

Pero no solo Francia protestó airadamente contra Estados Unidos y Australia. La verdadera ira provino del gigante asiático. China recibió el anunció de la triple alianza EU-Gran Bretaña-Australia como una iniciativa geopolítica encaminada a restarle poderío militar en la región Asia-Pacífico.

Pekín acusa que la cooperación militar tripartita es alentar la carrera armamentista en la región Asia-Pacífico que “perjudicará la paz y la estabilidad regionales”. Pero Biden afirma que “No buscamos una nueva Guerra Fría o dividir al mundo en bloques rígidos. EU está listo para trabajar con cualquier nación que dé un paso adelante, que busque la resolución pacífica de desafíos compartidos, aunque tengamos profundas discrepancias”.

Sin embargo, en los hechos es muy diferente. Hoy viernes se celebrará en Washington una cumbre de la asociación de defensa que es conocida como Quad que integran India, Australia, Japón y Estados Unidos, con la cual Biden intenta afianzar el liderazgo estadounidense en una zona “libre y abierta” con el objetivo de frenar la influencia de China en la región Indo-Pacífico.

Así, EU avanza tanto en la reconfiguración geopolítica y a la vez en su expansión.

El movimiento geoestratégico de EU-Gran Bretaña-Australia es de gran envergadura que para China es una zona casi geoestratégica casi exclusiva, por ello Pekín asume la iniciativa AUKUS como un aviso de que las nuevas prioridades de defensa de Estados Unidos serán la disputa de la hegemonía china en sus “propios” territorios y como un acto disuasivo al peligro de una invasión militar china a Taiwán y Japón.

EU-China guerra de estrategias, guerra digital

Con el nuevo acuerdo de seguridad y defensa, Washington regresa al viejo concepto de la Guerra Fría de “competencia estratégica” entre potencias que también utilizó Donald Trump. Otra vez la prioridad de la potencia estadounidense es la seguridad nacional y el enemigo global es China.

El martes, en su discurso ante el pleno de la 76 Asamblea General de las Naciones Unidas, Joe Biden urgió a la unidad global contra “las amenazas tecnológicas y la influencia expansiva de naciones autocráticas como China y Rusia”.

El proyecto AUKUS permitirá a los tres países “una integración más profunda de la ciencia, la tecnología, las bases industriales y las cadenas de suministro relacionadas con la seguridad y la defensa”, Este anunció es considerado como el inicio de la ofensiva encabezada por EU para frenar el expansionismo global chino comercial y militar.

El combate al terrorismo, la competencia económica y comercial son temas secundarios en las nuevas prioridades estadounidenses. En el nuevo esquema, acaso los antiguos aliados europeos reparan en que ya han dejado de ser prioridad en el juego geoestratégico de los EU que ahora se centra en la guerra de las telecomunicaciones contra China: la inteligencia artificial y la red 5-G.

China además de ser un gigante en la era digital también es la segunda potencia comercial y militar: datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) indican que los cinco países con más gasto militar en 2020 fueron Estados Unidos, China, India, Rusia y Reino Unido que en su conjunto representan el 62% del gasto militar global. EU tuvo el mayor gasto con una inversión de 778 mil millones de dólares, mientras que China tuvo el segundo mayor gasto militar que alcanzó los 252 mil millones de dólares. Además cuenta con 2 millones 200 mil efectivos.

En esta guerra digital que viene Estados Unidos está reconfigurando sus posiciones geoestratégicas en la ruta asiática, en los océanos Indo y Pacífico en la que tiene que reclutar a nuevos actores (esto puede explicar su retiro de Medio Oriente y de Europa) como es el caso de Australia, un país periférico, pero ubicado en una zona geográfica de privilegio para la ciberseguridad.