Política Global

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  • Marcelo Ebrard y el “corrimiento al centro”
  • El canciller es quien se ubica en ese espectro ideológico
  • El 2024 será tiempo de hacer un alto en la estrategia de polarización

Juan Barrera Barrera

Seguramente la mayoría de los obradoristas se han preguntado, conforme se acerca la nominación del candidato presidencial de Morena, sobre el futuro inmediato del movimiento popular que los llevó la conquista del poder, ya sin la presencia política de su líder indiscutible Andrés Manuel López Obrador.

El Presidente también se ha empezado a cuestionar sobre cómo podría ser el futuro cercano de su proyecto de nación llamado Cuarta Transformación cuando tenga que dejar el poder en el 2024. Para ello está trabajando, hilando fino para asegurar que su sucesor le garantice seguir con su escuela, con su proyecto de reformas.

Sin embargo, quien resulte ungido del método ya sea mediante encuestas o a través de una elección primaria, tendría que tener un perfil competitivo, con pasta de triufador(a), con capacidad de unificar, a la gran mayoría de las corrientes que nutren a Morena, y la habilidad suficiente de cerrar heridas que pueda dejar en el camino el proceso de selección interna.

¿Quién tiene el perfil idóneo para suceder a AMLO?

López Obrador en una de sus conferencias de prensa, mejor conocida como la mañanera, dijo que pese a que él ya no va a estar, pero aseguró que la transformación va a continuar, porque es un proceso que ya se echó a andar y se pregunta ¿Quién lo va a detener? Y reconoció que “sí, puede ser que haya un corrimiento al centro, porque además cada quien tiene su estilo”.

El mandatario hizo énfasis en su estilo personal de polarizar, que es indudablemente único e irrepetible en su actitud confrontativa, alimentada durante su carrera como líder social. En ese tema basa en mucho su popularidad y legitimación entre sus seguidores que son las clases sociales de escasos recurso, los sectores olvidados, marginados por las políticas neoliberales seguidas durante más de tres décadas por “los enemigos del pueblo”.

Pero es muy difícil saber a ciencia cierta a qué se refiere realmente Andrés Manuel López Obrador con ese concepto de que puede haber “corrimiento al centro” cuando él deje el poder. No precisa si habla en términos ideológicos, un desplazamiento de la izquierda hacia el centro, o simplemente a un cambio de actitud, o si piensa solamente en el estilo meramente personal de gobernar, porque “quién sabe si vayan a ver mañaneras, quién sabe si vayan a ver denuncias así, quién sabe si vayan a polarizar, que en realidad no es polarizar sino politizar”.

La frase del “corrimiento hacia el centro”, se podría combinar con el símil que ha formulado AMLO en la coyuntura 1938-1940 de sucesión presidencial en el cardenismo y la actual. Nos recuerda que el general Lázaro Cárdenas no pudo impulsar e imponer a su sucesor, a un radical de izquierda que representaba Francisco J. Múgica, y por eso tuvo que inclinarse por Manuel Ávila Camacho, un personaje más moderado, o gris, políticamente opuesto al perfil de su paisano.

El presidente Lázaro Cárdenas del Río estaba sometido a una fuerte presión de los sectores conservadores y ultraderechistas por su política de reformas sociales, y a las presiones externas de las potencias estadounidense e inglesa por la nacionalización de la industria petrolera.

El escenario político actual, sin embargo, no tiene punto de comparación con la sucesión presidencial de 1940. Empero, hay quienes ven señales parecidas y escudriñan en quién de las llamadas corcholatas representaría a los personajes de aquella época, a Múgica y Ávila Camacho.

Ebrard representa el espectro del centro ideológico

Hay quienes han puesto el dedo en Marcelo Ebrard Casaubon como la posible alternativa a una caída de una hipotética candidatura de Claudia Sheinbaum, pero otros analistas políticos ya ven en la figura del secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, como el tercero en discordia.

Al secretario de Relaciones Exteriores lo han ubicado en segundo lugar en las preferencias sucesorias después de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México. Él y su equipo han exigido a la dirigencia de su partido reglas claras y transparentes, “piso parejo” para asegurar un proceso legítimo y que los aspirantes dejen sus cargos a fin de que se dediquen a promover su imagen abiertamente.

De los cuatro aspirantes que buscan la nominación guinda, Ebrard es el más moderado y ha estado ideológicamente en el centro-izquierda desde que renunció al PRI junto con su mentor Manuel Camacho Solís, a mediados de los años noventa, en medio de la crisis del régimen salinista, derivada del asesinato de Luis Donaldo Colosio candidato oficial a la presidencia de la República. Años después fundaron el Partido Centro Democrático, para alejarse de los extremos izquierda-derecha, con resultados desastrosos que lo llevó a perder el registro en su primera elección del 2000.

López Obrador y Marcelo Ebrard se conocen de sobra. Ya compitieron para la máxima nominación en 2012, no obstante el canciller sabe que no es el favorito de Palacio Nacional. La encuesta no parece ser el método más idóneo. El senador Ricardo Monreal lo rechaza porque, afirma, ya le ganó una vez a Claudia, pero perdió. No quiere quemarse nuevamente.

¿Cómo puede evitar Andrés Manuel López Obrador una ruptura en Morena por la sucesión? Marcelo Ebrard ha sostenido que no abandonará a la formación política oficial en caso de que no sea el elegido. Hay quienes ya ven su nombre en las boletas encabezando a la oposición.

Explorar la candidatura de unidad

Marcelo seguramente ha valorado todos los escenarios posibles del proceso interno, sobre todo el menos deseable para él, si aprecia que el procedimiento estuvo viciado y, por lo tanto, que su derrota no es legítima y que se trasgredió la vida democrática interna de Morena. Entonces cuál sería su camino a seguir: se mantiene en Morena y negocia una posición estratégica en el gobierno de Sheinbaum (en el Congreso) o decide encabezar a la oposición, pero sólo si tiene posibilidades reales de triunfo.

El canciller es un político muy experimentado como para dar un paso al vacío. Esa historia ya la vivió en la crisis coyuntural del fatídico 1994. Pero nada está escrito en piedra. Hay tiempo suficiente para que Morena, sus líderes, aspirantes y, por supuesto, AMLO, sigan analizando reglas transparentes que lleven a resultados creíbles que eviten impugnaciones.

Me parece que ya es tiempo de guardar la estrategia de polarización. La única que podría intentar seguir los modos y pasos de AMLO es sin duda Sheinbaum Pardo, pero carece de la fuerza del tabasqueño. El país necesita un alto en la confrontación. Cuando López Obrador habla de un corrimiento al centro y enfatiza en que “tal vez ya no haya polarización”, el único aspirante que se ubica en ese espectro ideológico es Marcelo Ebrard. Es un político moderado, con un perfil de conciliador, de negociador.

Hay tiempo suficiente en Morena para explorar una candidatura de unidad, debidamente consensada y aceptada.