Política Global

Inicia la Cumbre de las Américas; la corrupción afecta democracia y economía

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Juan Barrera Barrera

Este viernes 13, cabalístico para algunos supersticiosos, y el sábado la ciudad de Lima albergará a los Jefes de Estado y de Gobierno que participarán en el diálogo de la VIII Cumbre de las Américas que tendrá como tema central el tratamiento de los efectos de la corrupción en la institucionalidad democrática, la gobernabilidad y los objetivos del desarrollo sostenible adoptados por la comunidad internacional en la Agenda 2030.

Estas cumbres se iniciaron bajo el auspicio y dominio del gobierno de Washington desde sus inicios en 1994 y desde que el proceso democrático latinoamericano de principios de siglo encumbró en varios estados de la región gobiernos de izquierda, el peso de Estados Unidos en estas reuniones ha disminuido considerablemente.

Tan es así que el bloque de países agrupados en torno a los gobiernos de Caracas, Brasilia y de Buenos Aires, cuyo líderes indiscutibles eran Hugo Chávez, Luis Ignacio “Lula” da Silva y Néstor Kirchner, le asestaron una fuerte derrota a la propuesta de Washington y aliados, de imponer un área de libre comercio regional, la llamada Área de Libre Comercio de las Américas (Alca). Nunca antes un grupo de países había marcado distancia y defendido su independencia económica de los Estados Unidos.

El distanciamiento entre la región latinoamericana con Estados Unidos se ha debido también al interés que paulatinamente ha ido perdiendo la potencia mundial con los países de Centro y Sudamérica, manteniendo con mayor ímpetu la zona norte del continente, que en otros términos significa un descuido geoestratégico frente al incremento de la presencia de China en la zona.

Donald Trump, el gran ausente

Para el caso de esta Cumbre se abría con especial expectativa pues por primera ocasión el presidente estadounidense Donald Trump se sentaría con la comunidad latinoamericana que se encuentra en la incertidumbre y con el temor, en algunos casos, de la política comercial proteccionista del republicano ultraderechista que se opone a toda forma de acuerdos de libre comercio.

Pero el mandatario estadounidense canceló el lunes su participación en el encuentro de Lima, argumentando que se quedaría en su país a dirigir la estrategia militar contra el régimen del líder sirio Bashar Al Assad por la crisis desatada por el ataque con sustancias químicas contra sus opositores que dejó decenas de muertos, la mayoría civiles en Guta.

Es comprensible que Donald Trump decida quedarse en Washington, no solo por la crisis siria y las consecuencias globales que podría generar la amenaza de éste de bombardear posiciones del gobierno de Damasco, especialmente en sus relaciones ya muy erosionadas con el gobierno de Vladimir Putin, principal aliado de Assad en la zona.

Pero no solo es ese el único motivo de su decisión de quedarse en casa, sino por el cúmulo de problemas domésticos que tiene que enfrentar un día sí y otro también y más los que se le acumulen en la semana. No sabemos a qué le dedica más tiempo como presidente: a gobernar o a resolver problemas personales.

El lunes, antes de anunciar su no asistencia a la Cumbre, agentes del FBI habían incursionado en las oficinas de su abogado en busca de información sobre los presuntos pagos hechos por Donald Trump a servidoras sexuales, uno de los asuntos legales que no lo dejan descansar.

El tema central de la Cumbre de Lima es muy recurrente, ya que la corrupción que vive América Latina actualmente que por lo menos durante la última década ha estado marcado por grandes escándalos de corrupción, lo que ha desencadenado en movimientos sociales de protesta y enjuiciamiento de altos líderes de la élite política y empresarial.

El fenómeno ha desatado crisis políticas en varios países de la región, acaso el más emblemático sea el de Brasil con el reciente encarcelamiento de Ignacio “Lula” da Silva, icono de liderazgo latinoamericano por el combate frontal a la pobreza durante sus dos mandatos presidenciales.

La corrupción corroe las instituciones democráticas

Las consecuencias económicas y políticas de la corrupción han pasado factura a la región y la población de América Latina está mostrando un creciente descontento y exigiendo que los gobiernos tomen medidas más enérgicas contra este flagelo. A pesar de que algunos gobiernos han hecho esfuerzos legales por combatirla, no han sido suficientes ni eficaces.

Los costos sociales de la corrupción son altísimos. En México, por ejemplo, algunos especialistas estiman que la corrupción podría costar entre el 5 y el 9 por ciento del PIB e incluso se habla de 900 mil millones de pesos y hay cálculos del Fondo Monetario Internacional que hablan de un costo del 2 por ciento. Según el informe de Transparencia Internacional, Las personas y la corrupción: América Latina y el Caribe, México es el país con el mayor índice de corrupción de América Latina y el Caribe en la prestación de servicios públicos.

La corrupción puede frenar el crecimiento de los países latinoamericanos y socavar los cimientos democráticos. De acuerdo a la encuestadora regional Latinobarómetro en su reciente informe el apoyo a la democracia viene cayendo inexorablemente entre los latinoamericanos desde hace cinco años en buena medida por la corrupción por ello varios mandatarios llegan al encuentro de Lima debilitados como el presidente mexicano Enrique Peña Nieto, cuyos índices de aprobación son bajísimos.

El documento percibe que insatisfacción con la democracia crece ininterrumpidamente desde 2009. La corrupción se ha colocado ya como el cuarto problema de la región después de la economía, la pobreza y la delincuencia. En Brasil y Colombia es el principal problema, pero en México se agrega el de la impunidad.
En un informe presentado este lunes en Bruselas, la OCDE señala que tres de cada cuatro ciudadanos de América Latina tienen poca o ninguna confianza en sus gobiernos y alrededor de un 80 por ciento creen que la corrupción está extendida en las instituciones públicas.

Urgen medidas más eficaces contra la corrupción, es un clamor generalizado de la ciudadanía latinoamericana y por ello se espera que los líderes reunidos en la VIII Cumbre de las Américas lleguen a acuerdos realistas, creíbles y convincentes o la reunión pasará a la historia como una más de la simulación.