Política Global

Meade-AMLO ¿encuentro por la unidad?; López Obrador por la reconciliación y el acuerdo; el priísmo lo rechazó; AMLO lo arropa

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Juan Barrera Barrera

El presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, ha sufrido un cambio radical con relación a la contienda de 2006, cuando los resultados electorales no le favorecieron por un margen mínimo respecto al candidato del PAN, Felipe Calderón Hinojosa. El tabasqueño entonces despotricó contra la autoridad electoral y mandó al diablo a las instituciones, inició un plantón, muy desgastante políticamente, en el corredor Reforma y se convirtió en el “Presidente legítimo”.

Ese era el grado de radicalización, acaso de frustración, de aquel López Obrador, quien había sido objeto de una intensa y cruel campaña sucia de los poderes constituidos y facticos, en todos los medios posibles, que lo exhibían como un peligro para México por sus posiciones populistas que según sus enemigos políticos eran muy similares a las impuestas en la Venezuela de Hugo Chávez, la que ahora, lamentablemente, se ha convertido en un Estado Fallido.

Después suavizó su retórica y su discurso giro en torno al concepto de la República amorosa, al amor y paz para sacudirse el mote de violento por los problemas que provocaron durante seis meses a los transeúntes, empleados y automovilistas el plantón de la transitada Reforma. Hoy el futuro mandatario mexicano asegura que no busca venganza (para el caso de los integrantes de la mafia del poder, concretamente su jefe, Carlos Salinas de Gortari) habla de perdón, pero no de olvido.

Como muestra de que está dispuesto a perdonar, es la invitación, hace una semana, que López Obrador le hizo al ex candidato de la coalición Todos por México, José Antonio Meade, para desayunar en su casa, por haber sido el primero en reconocer el triunfo del tabasqueño la tarde del primero de julio y en felicitarlo, y de paso el abanderado del PRI reconoció su derrota.

AMLO ¿por la reconciliación y el acuerdo?

Atrás quedaron, con la campaña, los ataques personales y el asunto de la premonición de José Antonio Meade a AMLO de que quedaría en su conciencia el haber hecho candidata a senadora a una “secuestradora” (Nestora Salgado), o la otra acusación de que “El peje” es un mentiroso por el asunto de sus departamentos que no incluyó en su declaración patrimonial.

Pero el ex canciller dejo de ser el viernes pasado un fifi y un distinguido miembro de “la mafia del poder” y con la gracia de López Obrador se reconvirtió en “una persona decente, buena, honorable”. Luego tocaría el turno al máximo empresario mexicano, Carlos Slim, con cuyos reconocimientos por parte del presidente electo los desencuentros entre ambos también quedaron atrás.

Alguien dirá que AMLO está haciendo política, la política entendida como el arte de saber atraer, saber sumar. Me pregunto si el popular futuro presidente está iniciando un verdadero proceso de reconciliación con base en los acuerdos para superar conflictos y enfrentamientos que representan un gran obstáculo en cualquier transición política.

Muchos seguidores y militantes morenistas radicales seguramente no verán con simpatía esta actitud de su líder político, ya que Meade Kuribreña ha sido un convencido y defensor a ultranza de las reformas estructurales y del sistema neoliberal, y nunca ha dejado de reconocer en Peña Nieto la paternidad de las mismas. Durante la campaña hizo a un lado el logo del PRI, pero nunca de deslindó de la figura presidencial.

El virtual presidente de la tercera alternancia en el poder en México, no dio detalles de la plática que sostuvo con José Antonio Meade en cuanto a que si le ofreció colaborar con su gobierno. Dicen que en política no hay casualidades y el encuentro entre ambos personajes no obedece únicamente a un gesto de nobleza, tiene que ver con la hoja de servicios del invitado.

Meade y la idea de hacer de México una potencia

López Obrador aseguró que “todos los mexicanos debemos unirnos y reconciliarnos” para “sacar a México adelante”. Días después, durante un encuentro con los ingenieros organizados de México, el ex jefe de Gobierno de la Ciudad de México revivió una frase de campaña de Meade Kuribreña. Dijo que busca hacer de México ”una potencia y cambiar la correlación de fuerzas: nadie nos va a amenazar con cerrar o militarizar la frontera o construir un muro”.

A principios de diciembre del año pasado, el ex secretario de Hacienda, durante su registro como precandidato a la presidencia de la República en dos ocasiones habló de convertir a México en una potencia mundial: “llevaremos a México al lugar de potencia mundial que le corresponde. ¡Vamos a ganar!…Vamos a hacer de México una potencia que permita que todos vivamos mejor”. Pero no dijo cómo y López Obrador apenas lo esbozó con la creación de empleos mejor remunerados. Quiere decir, entonces, que Meade le vendió la idea al próximo presidente de convertir a México en una potencia y aquel 2 de diciembre, en la sede nacional del partido tricolor, Meade pidió “con humildad” a los priístas su apoyo. Durante la mayor parte de su campaña el candidato sintió el rechazo a su persona. A pesar de haber sido un funcionario de primer nivel en el gobierno de Enrique Peña Nieto, periodo en el que ocupó tres secretarías de Estado, nunca logró conectar con la masa priísta, muy celosa de la militancia.

Meade y su equipo de campaña antepusieron su impoluta trayectoria como funcionario público que presumía no tener una mancha en su carrera administrativa, más que la del vitíligo, su enfermedad de la piel. Es un técnico muy eficiente en el medio de las finanzas, cuya experiencia Andrés Manuel la podría aprovechar en su gobierno, sin importar el rechazo que pueda levantar en un sector de Morena.

Meade, sin duda, ha demostrado ser fiel y leal a quien lo encumbró como candidato presidencial ¿En el hipotético caso que aceptara colaborar en la cuarta transformación de México al lado de un populista de izquierda, Peña Nieto lo tomaría como una traición?

Si el priísmo rechazó a José Antonio Meade, Andrés Manuel ahora lo arropa.

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