Política Global

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  • España: el temor da triunfo a los socialistas
  • Caída vertical de las derechas
  • Sánchez en pos de un gobierno ¿en solitario?

Juan Barrera Barrera

A principios de año los socialistas parecían acorralados, la alianza de facto de las derechas (el conservador Partido Popular; Ciudadanos, la nueva derecha; y Vox la extrema derecha de nuevo cuño) los tenían sobre las cuerdas después de las elecciones exitosas que tuvieron en diciembre en Andalucía en las que terminaron por echar al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que gobernó por 30 años consecutivos, pero el domingo dieron un vuelco electoral.

Las derechas estaban engalladas, sobre todo porque estrenaban en el nuevo partido Vox de ultraderecha a un nuevo aliado que impuso agenda como condición para garantizar la formación del nuevo gobierno andaluz. A pesar del discurso ultranacionalista, racista y de odio, de su líder, Santiago Abascal, tendía a dividir a los españoles, PP y Cs se arriesgaron.

La sociedad española rechazó las posiciones políticas de las derechas, especialmente de la extrema neofranquista Vox y la regresión histórica que esto representaba no sólo para la democracia de España, sino para Europa por su cercanía ideológica con otros movimientos ultranacionalistas en expansión en Francia, Alemania e Italia.

La campaña de Pedro Sánchez, que había convocado a elecciones generales adelantadas al ser rechazado su proyecto de presupuesto del Estado conectó con el temor de los electores al asociar al PP y Cs con el engendro llamado Vox.

Los dirigentes del PP, Pablo Casado, y de Cs, Albert Rivera, no midieron las consecuencias políticas-electorales al sacarse la foto, en febrero, con Santiago Abascal en una manifestación multitudinaria en la plaza Colón en Madrid, en contra de Sánchez, presidente del gobierno, a quien acusaban de pactar en lo oscurito con los partidos catalanes independentistas.

Los ciudadanos españoles olieron el peligro que entrañaba el posible ascenso al poder de la ultraderecha nacionalista y salieron a votar en un alto porcentaje (75.8%) en contra de esa opción. El discurso moderado de Sánchez fue otro factor de triunfo que contrastó con el de Casado, joven dirigente del PP que utilizó una retórica agresiva y falaz que muchos de sus correligionarios le cuestionaron de estar llevando al partido conservador a la extrema derecha.

Ahora Casado ha reparado en el error del 28-A y cambia su discurso al intentar correr al PP hacia el centro ideológico con la frase de “Centrados en tu futuro”, como lema de campaña de las próximas elecciones municipales, autonómica y europea del 26 de mayo y busca desmarcarse de Vox llamándolo de extrema derecha, ya que de los resultados depende su permanencia en la secretaría general del PP.

Las derechas no esperaban peores resultados

Casado ha resultado en un fiasco de dirigente popular. Su dependencia política de José María Aznar fue otro de los negativos que operaron en su contra. Los electores recordaron la corrupción rampante en que está envuelto este partido desde los tiempos de su padrino político, que lo es también pero de bodas del ex presidente Vicente Fox Quesada con Martha Sahagún.

El Partido Popular fue, junto con el izquierdista Unidas Podemos (UP), el gran perdedor en estas elecciones generales del domingo al perder más de la mitad de los escaños con respecto a la elección de 2016, al pasar de 136 a 66. Esa merma de votos se fue a las arcas de Ciudadanos que quedó muy cerca de desplazar a la derecha tradicional, ya que pasó de 32 a 57 bancas.

Mientras que la coalición de izquierdas Unidas Podemos alcanzó 42, perdiendo 35.

El PSOE no sólo recuperó espacios, sino que fortaleció a un decaído Pedro Sánchez y lo posicionó como líder indiscutible del PSOE ante otros barones del partido como Felipe González.

Ahora viene otro reto acaso más difícil que ganar la elección: la formación de un nuevo gobierno.
Gobierno de coalición o de minoría

Sánchez está en el dilema de formar mayoría absoluta en alianza con Ciudadanos, pero Pablo Casado, al igual que Rivera, le han dicho no, una y otra vez a la investidura de Sánchez. La coalición natural sería ir juntos PSOE (123 diputados), UP (42), el Partido Nacionalista Vasco (6), Bildu (4) y Compromís (1) que sumados hacen mayoría absoluta con 176 votos, de 350. Pero Sánchez al mismo tiempo madura la opción de gobernar en solitario, en minoría, con ministros socialistas e independientes, pero con la posibilidad de pactar acuerdos con otros partidos.

Pedro Sánchez se reunirá el lunes en la Moncloa con Casado (PP), el martes con Rivera (Cs) y luego con Iglesias ese mismo día por la tarde para analizar la situación política de las elecciones del 28 de abril. El proceso de formación de gobierno se pronostica será largo. Hasta después de las elecciones municipales, autonómicas y europeas del 26 de mayo. Hasta ahora solo hay una propuesta visible, la de Unidas Podemos.

Pablo Iglesias insiste en la formación de un gobierno de coalición para garantizar la estabilidad política. Quiere ser gobierno, conocer al monstruo por dentro, pero sus socios del PSOE piensan diferente, no quieren coalición. La afinidad ideológica no es suficiente, la desconfianza priva por los desencuentros del pasado reciente por el caso Cataluña.

La arrogancia ha sido una constante en iglesias y un dique para su formación política. Los electores se lo recordaron en las urnas. El líder de Podemos requiere de una fuerte de dosis de humildad, es cuarta fuerza, necesaria, pero no indispensable.