Si me permiten hablar

243

Vacunación masiva y economía

Ana Celia Montes Vázquez

Y por fin llegó el plazo en nuestro país para iniciar la vacunación en contra del coronavirus, o COVID-19 en lenguaje científico, siendo los adultos mayores los primeros después del personal de salud en primera línea (o sea, quienes atienden directamente a pacientes con coronavirus), lo cual constituye una muy buena noticia. Sin embargo, como todo en la vida para que exista un lado claro siempre hay uno oscuro y en este caso, al parecer, son varios cual prisma poliforme.

¿Acaso no es alentadora la cifra de poco más de 80 mil adultos mayores vacunados en el cuarto día de aplicación? Pues parece que a los detractores de las 4T y a los que no también, pues hay una serie de observaciones críticas, mismas que inician con que si la página de internet para el registro de este sector de la población se cayó desde su inicio (2 de febrero del año en curso) pasando por innegables cuestiones tales como el exponer a este mencionado sector poblacional tan vulnerable haciéndolo desplazarse a los puntos de aplicación.

Ni qué decir de la logística en esos lugares, en donde no hubo asientos disponibles para tal cantidad de adultos mayores formados desde temprano en largas filas expuestos a las frías mañanas de febrero. Y si a todo lo anterior se le agrega que, según reportes de usuarios, se cerraron puntos de vacunación en algunas alcaldías de la Ciudad de México sin previo aviso, además de la ansiedad provocada por las posibles reacciones por la inoculación de cuerpos anticoronavirus o por si la efectividad de tal o cual vacuna por su marca u origen, siendo que hay china, belga y rusa.

Todo esto sin contar que la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) ya aclaró que con todo y estar vacunada una persona sigue contagiando el COVID-19 y, por lo tanto, debe continuar con el uso del cubrebocas, el lavado de manos, guardar la sana distancia y, sobre todo, mantener el aislamiento social lo más posible. ¿O sea que todavía nos quedaremos encerraditos? Así parece, aunque desde un principio este organismo y las autoridades de salud de todo el planeta aclararon que la pandemia y transmisión del coronavirus no se detendrá hasta que la mayoría de la población mundial esté inoculada, y para eso falta mucho.

A esta situación de por sí bastante compleja me atrevo a agregar la siguiente cuestión: ¿Acaso no sería mejor vacunar también a las personas económicamente activas? Sin pretender menospreciar ni negar el derecho a los adultos mayores de 60 años a ser protegidos, ni mucho menos negar que son precisamente, según cifras oficiales, quienes saturan las salas de hospitales COVID ni que son los más vulnerables. Sin embargo, a estas alturas todavía no han sido inmunizados todos los trabajadores de salud tanto del sector público como del privado.

Y no se trata de descalificar a nadie ni a nada, pero en mi humilde opinión me parece importante inmunizar a la par de los señores y señoras de la tercera edad a personas que salen a trabajar, al mandado, a los trámites, al banco y, incluso, a cuidar a enfermos y a ancianos, porque si a la par del contagio masivo que tanto preocupa al gobierno mexicano está el asunto de la reactivación económica que le preocupa más.

Pues sí, ese innegable hecho de la vida cotidiana, la necesidad de salir a trabajar sin riesgos de infección y enfermedad constituye una demanda de tales dimensiones que ha sido necesario relajar las medidas de sanidad, teniendo como lógica consecuencia el incremento de contagios y muertes, y que, ni modo, cada vez se aleje la posibilidad de un regreso a la normalidad que todos conocimos y anhelamos. Es cierto que la mayoría de quienes laboran y salen a la calle no son precisamente los adultos mayores, aclarando que muchos de ellos sí lo hacen contribuyendo al gasto familiar aún con la pensión del gobierno y la del fruto del trabajo de años.

En fin, como ya se ha dicho esta pandemia por coronavirus degeneró en sindemia; es decir, una conjunto de enfermedad masiva agravada por el deterioro económico, social y de males de salud pública añejos (diabetes, hipertensión, obesidad y demás), entre tantos factores, exhibiendo y acentuando la desigualdad en todos sus niveles a lo que se suma la vacunación, misma que también representa un factor de marginación por desgracia.