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México , país de la simulación

Leopoldo Reyes Equiguas (*)

Nuestro país es un mosaico de culturas y tradiciones; siempre es enriquecedor visitar lugares en los cuales los usos y costumbres forman parte de la historia viva de las naciones y del cómo han evolucionado hasta nuestros días. Sin embargo, no todas las tradiciones son dignas de enaltecerse y mucho menos de adoptarse.

México es un país donde la simulación se practica en algunos casos de forma discreta, pero en otros definitivamente descarada y sin mayor recato.

El político simula ser demócrata; hoy tenemos un sistema electoral robusto que permite dar certeza jurídica a los votantes y a quienes se postulan para ocupar algún puesto de elección popular.

Desafortunadamente estamos siendo testigos de un intento de vulnerar las tradiciones democráticas de México, simulando una consulta cuya sola práctica debería avergonzarnos como ciudadanos.

Es verdaderamente inaudito que un gobernador que ganó unas elecciones para un período de dos años, pretenda extender su mandato a cinco años mediante una “consulta popular”, sin mayor aval que la palabra de sus organizadores.

El gobernante que simula que gobierna a través de políticas públicas que lo único que buscan es mantener el poder político de manera homogénea, crea sistemas clientelares para asegurar el voto del menesteroso que prefiere vender su voluntad a cambio de unas cuantas prebendas, develando así una maquiavélica maquinaria a la que en su momento el escritor peruano Mario Vargas Llosa llamó la “dictadura perfecta”.

Simula el funcionario público que teniendo a su cargo la seguridad, instrumenta un dispositivo eficaz para detener a un peligroso criminal, cuando en realidad se trató de un operativo suicida en una zona del país reconocida por propios y extraños como territorio peligroso y controlado por el crimen organizado, mismo que al fracasar recula dejando a su paso muerte y terror, así como a la credibilidad del Estado por los suelos.

También existe el maestro de escuela que simula generar conocimientos a favor de sus estudiantes, cuando lo único que evalúa es la buena memoria de sus alumnos, quienes a su vez simulan que aprenden por el simple hecho de obtener una nota destacada, cuando saben que han copiado las respuestas; simula el empresario cuando decide comprar facturas para evitar el pago de impuestos, negándole al Estado los recursos necesarios para poder existir y funcionar adecuadamente.

También simula el empleado que cobra un salario sin merecerlo, al igual que el patrón que simula pagar las prestaciones de Ley a sus colaboradores, negándoles de esa forma una vida digna y decorosa a las familias de sus trabajadores.

En fin, somos el país de la simulación

Pareciera verdad o maldición cuando un expresidente en una desafortunada pero aparentemente certera declaración dijo: “la corrupción en México es un tema cultural”, de ser así, rompamos con las tradiciones, empecemos por nosotros mismos y preguntémonos ¿yo simulo?, quizá nos sorprendamos con nuestra propia respuesta, hasta la próxima.

(*)Leopoldo Reyes Equiguas
Rector de la Universidad Latina (UNILA)