Política Global

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  • Parlamento avala reelección indefinida a Putin
  • Tendría mucho más poderes
  • El Constitucional ¿parará sus intenciones?

Juan Barrera Barrera

Luego de provocar la crisis de los precios internacionales del petróleo junto con Arabia Saudí, cuando el mundo tiene la mirada puesta en los estragos que está causando la crisis de la pandemia del coronavirus, Vladimir Putin aprovecha la situación internacional para justificar sus intenciones de continuar en el Kremlin en forma casi absoluta.

El martes el Parlamento otorgó carta abierta para que el líder ruso pueda volver a ser presidente y controle el poder por lo menos hasta el 2036. Sobre el tema ya lo hemos destacado en este espacio a principios de año. Putin corroboró su verdadero objetivo en una comparecencia ante la Duma Estatal con esta frase que no tiene desperdicio: “Una Presidencia fuerte es absolutamente necesaria para Rusia”, “si el Constitucional lo aprueba y el pueblo lo vota”. ¿Pero quién al frente de esa presidencia? Sí, el mismo Putin.

El mandatario ruso ha pretendido imponer la idea del único hombre fuerte, que puede garantizar la estabilidad del país en estos momentos de turbulencia económica y política global, pero que sus propias políticas han colaborado en la generación de la actual convulsión y que ahora asume como justificación para extender su mandato a través de un reforma constitucional.

Rusia Unida, el partido oficial hegemónico, trabaja a marchas forzadas para eliminar los candados legales que prohíben a Putin volver a postularse a la presidencia de Rusia. El fin de su mandato termina en 2024. Lleva en el poder 20 años tanto como presidente y primer ministro, y ese mismo esquema sería el modelo que institucionaria para proseguir manejando los hilos de la política del Kremlin por lo menos otros tres lustros más.

Debilitar las instituciones para fortalecer su poder

No cabe la menor duda que Vladimir Putin logrará su objetivo de convertirse en un gran autócrata de la nueva era o el zar moderno. De lograrse la reforma constitucional alteraría la vida institucional y le otorgaría, como jefe de Estado, un poder por encima de los demás, legislativo y judicial, tendría el control absoluto en cualquier conflicto entre esos poderes. Es decir, la estrategia del Ejecutivo es debilitar a otras instituciones para fortalecer su poderío.

Aunque el cúmulo de enmiendas constitucionales tendrán que pasar todavía por el Tribunal Constitucional, Putin cuenta con los todos medios políticos y económicos y casi sin oposición en el Parlamento. De tal suerte que la Duma Estatal aprobó su propuesta de reformas en segunda y casi definitiva lectura, coinciden algunos internacionalistas.

Si antes, en enero al presentar la iniciativa de gran reforma constitucional, cabía la más mínima duda de que el objetivo de Vladimir Putin era abrirse camino hacia mantenerse en el poder más allá del 2024, este martes quedó de manifiesto que va camino a perpetuarse en el Kremlin. Y no solo eso, sino que se avizora, a decir de las enmiendas constitucionales difundidas por la prensa internacional, tendría más poderes con los que ya cuenta hasta ahora.

Se atreverá el Constitucional a cerrarle el paso a Putin

Considerado uno de los máximos autócratas de este siglo (comparte escenario con el líder chino Xi Ying ping, el húngaro Viktor Orban y con el turco Recep Tayyip Erdogan) Putin de 67 años no tiene oposición política con fuerza verdadera que pudiera cerrarle el paso hacia la perpetuación en el poder del Estado ruso, y la fuerza social está duramente controlada por el gobierno putinista.

El mismo ex jefe de la policía política rusa (la KGB) había descartado que las reformas por él presentadas en enero tuvieran la intención de seguir en el poder más allá de su periodo que culmina en 2024. No hay duda que es un gran simulador y mentiroso, pues también había dicho que cualquier intentona de esa naturaleza sería una regresión a los tiempos de la desaparecida URSS, pero no.

Solamente queda una vía, que el Constitucional le rechace su paquete de reformas, aunque se antoja muy frágil ante el poderío de Putin, quien, por otro lado, se ha convertido en el principal forjador del nuevo Estado ruso después del resquebrajamiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Con la falsa idea que difunden sus pregoneros de que Putin es el único personaje, sobreviviente del antiguo régimen y gran vencedor, de gran fortaleza que puede proteger a Rusia de los peligros económicos y políticos externos e internos, forjan una imagen de un dictador moderno que superaría con creces a José Stalin. Pero con esa idea, al mismo tiempo, el mensaje que envía al mundo es de un país frágil en lo económico como en su estructura institucional cada vez más aislado y más a merced de su histórico rival, los Estados Unidos, con el que compitió por varias décadas por el dominio internacional.